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at the end of the day

No se me habría ocurrido comprobar dónde está el punto y final, mucho mejor vivir ignorando eso. Estos días de calor son un poco inllevables. El único momento del día en el que es fácil dormir es cuando regreso del curro, caigo rendido en la cama sin importar la temperatura. El único momento del día en el que es fácil escribir es ninguno. Quién sabe qué, quién sabe cómo, pero hay largos ratos en los que sólo me encuentro a gusto con las palabras, pero las palabras no son del todo neutras y están hechas para hablar de algo. Puedes escribir párrafos y párrafos de palabras sin singuna intención, ellas la encuentran tarde o temprano. At the end of the day todo es lo mismo, una y otra vez, una vez tras otra y te vas preguntando dónde estabas tú en todo esto, por qué sólo encuentras fuerzas suficientes para currar y dormir: acostarte, levantarte, tomar aire, acostarte de nuevo, volver a levantarte, ir a la nevera a por agua fría y seguir. Adoro el calor. Al mismo tiempo, necesito que pase.

A veces se echan de menos los manuales, los libros de ruta, un orden de pasos. No mirar más allá, coger esto de aquí, aquello de allí, no hacer mucho más con todo ello que concentrarse en pasar al punto siguiente.

(No me engaño, los echo de menos porque no los tengo. Si los tuviera los odiaría por ello. Saberlo no hace las cosas más fáciles, desde luego.)

La mayor tiempo no tengo ninguna necesidad de ocuparme en sentido fuerte, me basta y me sobra con seguir. Tontear un libro, mirar por la ventana, pasear un rato, tocar la guitarra hasta que me duelen los dedos desentrenados. Pero hay otros en los que la falta de sucesión deshila la realidad y la vuelve desorientada. ¿Por qué tengo ganas de ir a sentarme en la taza ahora? ¿Debería? Leo periódicos, artículos de opinión casi siempre, y me fascina la capacidad de decir cosas constantemente. ¿Cuánto hay que pensar para poder escribir aunque sea un par de líneas de eso, con una vehemencia como esa?, ¿he dejado pasar algún tren, uno que no haya visto, uno que lo explique? Supongo que ha habido unos cuantos. Ni los he olido.

He puesto una lavadora a las once. El programa sólo tarda media hora. No lo he hecho tan tarde por ahorrar electricidad, es el tiempo que me queda. La luz no se ahorra, si se tiene se irradia. Me gusta cuando la gente dice at the end of the day. Siempre que lo oigo me imagino a alguien después de un largo día sentado en un porche con una cerveza masticando la realidad con la boca llena, extrayendo jugo, almacenando sentido con destino el bote al vacío que guarda bajo la mesa. Cuando termina de aplastar y machacar abre el bote, escupe dentro y lo cierra rápido para que no se escape nada. Antes me gustaba más al fin y al cabo, pero ahora ya no lo tengo tan claro. La imagen es muy potente.

A veces me cuesta empezar un párrafo y me acuerdo una frase de Bukowski que he recordado tanto y tan mal que no estoy seguro de que se parezca a lo que se interpreta que quiso decir con ella. La frase es algo así como "cuando me levanto y termino de ponerme los calcetines me pregunto: bueno, y ahora qué" (cita bibliográfica requerida). A veces pasa lo mismo con los párrafos. Vienes de uno en el que crees haber dejado claro lo que querías, pero tienes ese gusanito picando en la boca del estómago que te dice que todavía no has terminado. No tengo muy claro si lo producen las cosas que quieren explicarse un poco más o si lo hacen las propias palabras, que hechas para decir son incapaces de captar cuándo ya han dejado de hacerlo.

Una última estupidez por hoy, tiktok deberá ser recordado como uno de los grandes inventos de la humanidad. Una especie de evolución final que empezó con los mensajes de texto, siguió con xmpp y twitter y facebook y terminó en esas glosas de insignificancias. No me refiero a los virales, sino a los mensajes de gente a la que no sigue nadie y se lamenta por ello. Nunca había sido tan fácil ponerle cara a las ideas reiterativas que nos recorren a todos. ¿Por qué otro y no yo? No hay una respuesta sencilla a eso. Los humanos nos comunicamos y la tecnología nos da nuevas formas de entrar en la cabeza de desconocidos sin entrar nosotros en contacto: aséptico. De preguntarnos entre todos por qué somos tanto y por qué somos tan poco. Gente tan diferente con caras tan diferentes pensando más o menos lo mismo. Parecidas alegrías y frustraciones.

El ser humano es sus metaficciones, el recurso que consiguió conformar grupos más grandes. Y si el objetivo para dejar de matarnos los unos a los otros es expandirlas hasta hacerlas universales por mi perfecto.

Desde luego no es Jeff Bezos marcándose un salto grande y agradeciendo a sus esclavos sus méritos después de hacerlo. Jeff Bezos es un macho alfa irritante. Los machos alfas roban y originan guerras y así ha sido desde siempre.

La humanidad es un grito grande y entrecortado que pide auxilio sabiendo que no va a recibirlo sólo por la necesidad de hacer saber que lo necesita. Claro, es discutible. Se puede decir que la humanidad es su tecnología, o que es su arte, sus canciones, sus códigos. Sus grandes representantes históricos. Pero desde mi punto de vista eso no son más que más elaboradas metaficciones. No es lo que somos, es lo que queremos ser y ahí ponemos el punto de la relevancia.

Otra cosa que recuerdo tan a menudo que ya no sé si se parece a lo que fue, y que se entrelaza con el párrafo anterior perfectamente (gracias), es a Nick Hornby diciendo que lo más importante en la vida es aprender a distinguir lo que nos gusta de lo que queremos que nos guste (otra cita requerida si eso). Eliminar según qué.

Adoro el calor. Necesito que pase. A gusto sólo se escribe separado por no hacer agravio comparativo con a disgusto, ¿no es maravillosamente estúpido?

misericordia

2. f. Pieza en los asientos de los coros de las iglesias para descansar disimuladamente, medio sentado sobre ella, cuando se debe estar en pie.

Hay algo extraño siempre en abrir una botella de vino sentarse en el suelo sacar letras manuscritas de versiones mezcladas con tonterías y el vino ya descorchado y servido en el vaso y los dedos en las cuerdas y estar tocando un rato y fuera, en la terraza, atardece y voy espaciando los acordes y los tragos.

La luz se extingue y me pregunto qué serían estas canciones para ellos que las hicieron, y me parece curioso hacerlo cuando ni siquiera sé muy bien qué son para mí. Como sería eso de que una tarde echaran unos acordes en un papel y una serie de preocupaciones nuevas viniese a enterrar a las antiguas.

Quizá no enterrasen nada, quizá siguieron pensando "soy un mierda" o "no lo merezco" o "qué sucede si mañana me abuchean", o lo que fuera que estuviese en su cabeza el día anterior.

Y me quedo aquí mirando por la ventana hacia el cielo ya violaceo, sanguino, apurando el vaso cantando alto afinando de cuando en cuando volviendo a tocar las mismas tres o cuatro canciones una y otra vez y preguntándome qué qué qué qué qué. Una de las preguntas es si cambiaría en algo estar compartiendo este momento, y no sé muy bien qué responder.

Hay como ganas de hacer algunas fotos, escribir unos poemas, grabar un video con todo el asunto. Quizá subirlo a alguna parte, recoger una impresión de permanencia. Yo en mi terraza cantando por Johnnie Cash para el mundo. Yeah.

La gente es gente y tiene sus preocupaciones y no siempre es sencillo coincidir en el espacio-tiempo, las redes sociales deconstruyen ese rollo y lo dosifican en tiempos y porciones asequibles. Es cierto que a veces tengo la sensación de que a esta obra de teatro le sobran críticos y le faltan actores. Pero no lo sé. Es como si significase menos porque cuando yo no esté no quedará nadie que recuerde estas tardes sentado en el suelo con un vino en la mano una guitarra y tres o cuatro canciones. Como si darle un beso ahora mismo a alguien y decirle "qué bonito, joer, qué bonito es todo" pudiera obrar el milagro de los panes y los peces. Como si pudiera rubricarlo y darle una capa de eternidad. Como si ser eterno fuera lo mismo que ser copiado eternamente por un tipo con unos vinos tocando tus canciones machaconamente.

—Vuelvo a las cuerdas.
—Ok, vuelve.

un palo

"Ellos no son nosotros", nos decía cada mañana antes de empezar el entrenamiento. Yo tenía mis dudas, pero me callaba. Bastante duro eran ya los ejercicios como para añadirle un extra. Tampoco es que pareciese esperar una respuesta.

Tenía la sensación de que siempre había sido más o menos igual, que sólo con decir "no es nosotros" la violencia se vuelve invisible para la conciencia. Qué dualidad más extraña la del guerrero ilustrado. Amigo de sus amigos, azote cruel de todos los demás.