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una normal

Habían estado ocupados removiendo las pegatinas de los contenedores. El tatuaje se agarraba a la pintura del metal y no había sido todo lo fácil que esperaban antes de empezar. Llevaban horas en ello, Ayla sudaba mientras se empleaba con la lija fina. Le gustaba verla así. Hacía mucho tiempo que no la había visto tan activa.

—Bueno, esta es la última. A ver qué tal se da.
—Nada, lo tenemos ya superado.
—Quizá sí, quizá no, ya veremos.

Se levantó a por un par de cafés, y en el último momento se decidió por unas cervezas. Abrió la de ella y la dejó a su lado.

—Pero bueno, K, ¿en horario de colegio?
—En horario de colegio. ¿Crees que saldrá bien? No me refiero a las pegatinas, me refiero a todo esto.
—Quién sabe, colega, quién sabe. De momento terminemos esto lo antes posible, ¿te parece?
—Me parece perfecto. Pásame tu lija, la mía está embotada.
—¿Y yo?
—Descansa. Puedes mirarme un rato.
—Oh. Madre mía. Así que ahora te sientes fenomenal, ¿no?
—Lo bastante.

Le cedió la lija y él empezó a frotar la superficie. Intentaba no mirar demasiado a la cara de payaso, que empezaba a desdibujarse como si le estuviera reprochando algo. Si todo iba bien podrían dejar de preocuparse por estupideces una buena temporada. Empezó a frotar con más fuerza.

envíos

La primera víctima de la guerra: la confianza. Eso creó un mundo nuevo de prácticamente la nada. Cualquiera de una corp que no fuera la tuya se había convertido de pronto en un potencial enemigo con el que terminarías encontrándote ahí abajo, donde las cosas ya no volverían a ser tan simpáticas. Podías compartir una cerveza en una de las polivalentes con cualquiera de ellos, como siempre, pero algo se había roto y no muchos parecían capaces de disfrutarlo. Otros cultivaban relaciones con la esperanza de que algún día pudieran marcar la diferencia entre sobrevivir y no hacerlo, engañándose a sí mismos. No parecía razonable que nadie fuera a arriesgarse a un viaje por el portal y un destierro extraoficial al arrabal a cambio de unas risas y una resaca. Pero el ser humano es complejo y quién sabe, quizá sí, y a eso se agarraban los que seguían intentándolo. A veces sólo es necesaria la sensación de tener algo a lo que agarrarse para seguir adelante.

El orbital es una masa enorme girando sobre el tercer planeta empezando por la estrella. Se había ido conglomerando añadiendo módulos estándar en función de los planes del síndico de turno. En los primeros días dependían de turnos rotativos, pero su elección pronto pasó a depender de los resultados del CER, lo que disparó la construcción y, en cierto modo, el caos. El síndico no sabía de cuántos periodos de seis meses disponía para conseguir sus objetivos antes de perder el poder, por lo que tenía que darse prisa. El orbital se llenó de espacios desocupados que volvían a ser útiles un tiempo determinado para después volver a quedar desocupados, y crecían unos sobre otros superponiendo espacios y funciones. La consecuencia negativa fue el crecimiento amorfo y desordenado, la positiva que en condiciones de necesidad establecer redundancias fue más fácil que nunca. Debido a la normativa RAL todos los planos debían quedar en abierto, así que sólo era cuestión de perder unas horas mirando. Eso salvó vidas e hizo difícil que a alguien le pareciera interesante cambiar las cosas. Al fin y al cabo cuando un material pasaba el portal iba a quedarse allí para siempre, así que no importaba demasiado si funcionalmente estaba siendo útil o no tanto. Se había convertido en tan parte del sistema como los planetas, las lunas o los asteroides. En algún momento el orden se revertiría y pasarían de ser un sistema de recepción a ser uno de envío, pero para cuando eso sucediera ya habría otros tomando las decisiones. De los sistemas de la esfera de la expansión todavía no había ningún productor nato, por lo que convertirse en uno no era algo que entrase en los planes de ningún síndico. Todo lo que atravesase el portal impactaría de algún modo u otro en la producción y en demérito de otro sistema en el juego de suma cero de los recursos finitos, así que aunque fuera para mantenerlo en barbecho todo lo que entrase estaba trabajando activamente para el orbital.

Las comunicaciones dependían de los sistemas pasivos del portal y se mantenían constantes, y la recepción de personal y materiales y el envío de disidentes y materias primas locales que no pudieran reutilizarse se consolidaban en una activación semanal que en el argot del Consejo se llama el envío.