A lo largo de los años aprendes
que una larga ducha de agua caliente
y un par de giros complicados con el coche
es todo lo que necesitas para empezar el día.
Meterte en la rutina
de tu vida miserable
es sencillo,
lo complicado es levantarte
de esa mierda,
dejar tu cuerpo atado a la silla
mientras tu cabeza aletea
y se va lejos,
se larga viva.
Para eso la ducha y el coche ayudan,
te dan la distancia suficiente
para no tener que mirar
atrás cada cinco minutos
para no verte una y otra vez
intentando tirar de la cisterna
mientras la cosa
da vueltas en una espiral
de agua
que no tiene la fuerza
suficiente
como para tragársela.
Así que, al final, bueno, qué más da.
Tú me mantienes aquí y yo me esfuerzo en mantenerme
en
cualquier
otra
parte.
Llevamos desde siempre con el mismo pulso
y no parece que,
a estas alturas,
nadie esté ya realmente
intentando ganarlo.