Estaba esperando a un colega en un lugar sensible, oscuro, metido dentro del coche en marcha escuchando al robe y de repente pensé que a veces no somos conscientes de las cartas que estamos jugando sobre la mesa. Lo que nos resulta normal quizá no lo sea tanto mirado desde fuera.
Y me gustó el disco de robe, o quizá no. O quizá no lo sé. Es bueno. Me gustaría vivir lo que esos tipos viven cuando se juntan dentro de donde queden y empiecen a hacer música, eso tiene que ser divertidísimo. Y genial porque, además, la gente se lo compra y ellos pueden repetir y abrazar la maldición esa de ganarse el pan de un modo más elegante que yo.
Vayamos a donde quería ir, creo, luego ya lo demás. Iba al tema de este sitio, 27 entradas este año, qué ruina. Me gusta escribir, pero me frustra, me frustra muchísimo. Soy un tipo de fotos. Lo sé, y me doy cuenta releyendo a veces todo esto. Vivo en imágenes, describo imágenes, no sé contar historias, pinto cuadros. Por eso me siento cómodo en los poemas, en las canciones: describo fotografías que veo en mi cabeza.
La música. Cuanto más sé del tema menos mágico es cada acorde en sí, y eso es bueno. Es bueno porque me gustan las cosas pequeñas, accesibles, intercambiables que como piezas de lego se utilizan para levantar un mundo. Imaginemos que lego hace que una de sus piezas sea muy escasa y cueste trillones. No usaría jamás algo como eso. Me gusta pensar que realmente no existe nada que no puedas hacer con elementos baratos e intercambiables, y que esos tipos que siempre hablan del mejor reloj, el mejor coche, el mejor octanaje, la mejor ropa, están jugando a un juego en el que parten con ventaja porque es fácil excluir al que gana menos, el que carece de. Sería algo así como una selección natural por medios. No me gusta eso. No creo que dé mejores resultados, pero aunque lo hiciera no me apuntaría a ese juego.
Para mí la fórmula 1 sería mejor con coches iguales. Entiendo el concepto de poner a competir mecánicas, pero meh. Ya sé que un minuto son 60 segundos completos, pero otro meh.
Es como dos mundos distintos. En uno los problemas llegan con milenios de adelanto y los resuelve el que tiene esa cosa que ha mantenido en secreto y que funciona mejor y le da la clave diferencial… en el otro el problema es en quince días y todos tenemos que colaborar con lo que tenemos a mano. Mi filosofía de vida es el segundo, el primero es meh.
¿Robe es bueno? Robe es buenísimo. No se puede ni hablar en contra de ello. ¿Te gusta, no? Fenomenal, pero el tipo es tremendo porque ha construido un mundo y nos ha metido dentro. No es un virtuoso tocando, no es un virtuoso cantando, no es un virtuoso haciendo letras, pero ha usado los elementos que todos tenemos cerca y conjuga que… más tarde sigo con eso. Ser un virtuoso tampoco es algo que pueda reventarme entero.
Volvamos al tema de las fotos, ¿vale? No somos eternos en general, pero lo somos a ratos. A veces pasa algo, estamos en medio de algo, y nos convertimos en sentimiento y somos todo al mismo tiempo y parece que hemos llegado a alguna parte. El momento pasa, llega el día siguiente, vamos a comprar el pan, a recoger el coche del taller, a recoger al colega del curro en su casa y todo vuelve a ser normal. Soy el tipo de esas fotos, de repente veo una foto. Ese lugar que en sí mismo es eterno. Te sientes eterno dentro. Combinar eso con el pan, la carne, el ajo y el pescado es lo que se me da mal. Si se pudiera hacer un novelón de una foto, yo haría cosas magníficas (creo, o no).
De hecho se puede. Lo que nos atrapa son fotos arrastradas en el tiempo. Me da igual Echenique que Kafka, esos tipos saben mover la foto sin salir de ella.
Sigamos con la música, cuando los acordes pierden su magia la recibe la estructura. Tónica tercera quinta, todo acorde es tónica en su reino y elemento en los demás. Eso me parece precioso: ya no existe esa pieza mágica que cambia todo y te da el poder, existe una estructura hecha de piezas sencillas, baratas e intercambiables que pueden levantar un universo completo. Todo estaba ahí, sólo había que cogerlo. Robe no es bueno porque tenga una colección de herramientas secretas que sabe usar, todo lo que hace está ahí, públicamente, cualquiera podría hacer lo mismo si decidiera combinarlo igual.
Estaba esperando a un colega que finalmente no vino, en un lugar sensible, oscuro, metido dentro del coche en marcha escuchando al robe y de repente pensé que a veces no somos conscientes de las cartas que estamos jugando sobre la mesa. Lo que nos resulta normal quizá no lo sea tanto mirado desde fuera. Quizá nos veríamos distintos si estuviéramos leyendo nuestra historia en una revista.
¿Robe es buenísimo? Cómo saberlo. Sólo sé que a mi me tiene dentro. Quizá este disco no me diga mucho, pero sé de lo que está hablando. Hablo su lenguaje. Él me lo ha ido enseñando.
Todos somos eternos a ratos. Existen ciertos ratos en los que vamos a vivir para siempre. Y eso, siendo mortales, nos gusta. Nos gusta muchísimo. Robe encadena 3 acordes y se nos ponen los pelos de punta, le robamos su eternidad mientras él nos roba la nuestra y la compartimos.
Salimos de nuestra cabeza, le percibimos a él como importante y vivimos en la suya, y somos eternos ahí.
El caso es que nadie sabe a dónde va. Y, a veces, alguien tiene la capacidad de hacernos sentir que sabemos a donde vamos. Algo de calor en este frío invierno.
Tenemos la capacidad de ser eternos un rato. Estar ahí es calentarse en invierno. Invierno es el frío de no saber. La hoguera es el calor de tenerlo claro.
He escrito 23 entradas este año y no una novela porque no sé qué hacer con eso más que pintarlo.