Pues el caso fue ese, que empecé a encontrarme muy cansado. Muy muy cansado. Pero no dormía, así que tampoco me parecía algo extraño. Si no duermes no descansas. Un sábado por la mañana me fui a caminar aquí al lado y casi al terminar tuve que sentarme un par de veces antes de poder seguir. Pensé que no era nada, sólo eso, cansancio. Por la noche cenamos algo en un bar y en el paseo de después no conseguía dar más que algunos pasos sin tener que sentarme. Tuve que ir al baño rápido, no sé si tuvo algo que ver o si simplemente esa oreja estaba pasada de despedidas. Me metí en la cama y empezó la cosa.
Y la cosa era que tenía sueños extraños. Sueños en los que siempre tenía que hacer algo que no conseguía hacer. Recuerdo uno en el que 12 altavoces rodeaban mi cama y yo tenía que hacer una grabación perfecta con ellos pero no lo conseguía. En todos los sueños tenía que hacer algo y terminaba más agotado que cuando me había acostado. Tenía que terminar algo, conseguir algo, arreglar algo.
Seguí yendo al curro esas tres semanas. Tenía que hacer un poco de todo porque los demás estaban de vacaciones y tenía que descansar cada poco, al bajar las escaleras, al subirlas, al mover un palet, al coger el teléfono, al responder un mail, al ir a mear. Llegué a dormirme después de comer alguna vez. Nunca he sido capaz en el curro antes.
Seguía sin descansar, metido en esos sueños cada vez más alambicados. Fui al médico y me dió unas pastillas para dormir. No sirvieron de nada.
Un lunes subí las escaleras del curro y tuve que sentarme en el mismo descansillo al llegar arriba. Me llevaron a urgencias y no salí en cinco semanas. Me trasladaron de un hospital a otro, pero ya en ambulancia.