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sobremesa

–¿Y qué tal te funciona?
–¿El qué?
–Lo de dar tumbos de ese modo, metiendo las cosas en tu cabeza como si fueran a darle el sentido que no tiene. Lo de utilizar todo lo que te rodea como una palanca para levantar tu ego del suelo.
–Eres idiota.
–Ya. Será eso.

práctico

No le habías dado al total de puntos cuando, de repente, tenías que volver a empezar desde el principio, como si fuera un bug en el tejido espacio temporal o quizá como si el mundo real no fuera más que una simulación que se estuviera corriendo en alguna parte. Un tipo ahí sentado mirando cómo estaban saliendo las cosas a partir de determinadas condiciones iniciales, anotando con curiosidad las cosas que le parecen interesantes. Y mientras tanto nosotros, y entre nosotros especialmente tú y yo, recorriendo el transcurso como si estuviéramos haciendo algo personal en todo ello, como si estuviéramos aportando algo. Aprendiendo a esquivar meteoritos. No habías acabado con todas las tiradas cuando el mecanismo se reiniciaba y te tocaba volver a empezar, tú ya estabas con la mentalidad de la última fase y te tocaba recalibrarte para volver a la primera. Era algo que me fastidiaba bastante.

Porque el mundo real no tiene de real más que de mundo. Te afecta lo que te roza de algún modo y el resto existe para ti del mismo modo que si no lo hiciera en absoluto. Qué real si es lo que percibo y lo que percibo es limitado y se basa en cuatro conceptos básicos y, para más confusión, cada cual tiene los suyos. Cuatro conceptos básicos que definen lo que eres y, tarde o temprano, lo que los demás pueden ver de ti. Eso es prácticamente nada. Así que el mundo sea real o una simulación no tiene mucho sentido práctico en el día a día, sea como sea estás aquí y eso es más o menos la totalidad de los recursos con los que cuentas. Si fuera una simulación sería tremendamente importante para algunos, pero para los demás no afectaría en demasiado mientras no subiera el precio del cajón interior de veinte metros cuadrados en el que puedes poner una cama para dormir de vez en cuando. Si lo que percibo suena real lo es, y si no lo es no va más allá de lo anecdótico.

Porque real o simulado tiene sus reglas, y el meollo del asunto está en ellas y no creo que en saber si se sustentan en algo más que un hardware o un… ¿cómo definir el universo real, un hardware menos localizado?, ¿tiene sentido describirlo así? Nuestro universo puede ser leche derramándose en el suelo mientras las partículas se mueven por la inercia del golpe. Eso explicaría la materia y la energía oscura siempre y cuando que no fuéramos capaces de ver más allá del manchón que se extiende sobre un mundo con sus propias fuerzas. La leche de por sí no explica la expansión, la leche sumado a lo demás podría hacerlo. Pero eso no va a ningún sitio en absoluto. El caso es saber si lo que estamos haciendo con esto tiene algún sentido o es una cacofonía de egoísmos jugando partidas independientes unas sobre otras.

Lo público mola porque parece insertar un poco de objetividad, sin pasarse, sobre un rodeante movido por los intereses de cada uno. Si enfermas te trataremos independientemente de a quién conozcas y de a quién le interese verte mejor o no. A veces, bregado en la lucha diaria del para mi, eso suena como música celestial. Dejemos de partirnos la cabeza, por favor. Cansa buscar todas y cada una de las veces cristales en la comida. A veces sólo quieres tenderte un rato. Descansar. Dejar de percibir el mundo como lucha y la vida como evasión, victoria o muerte. La equidad, la justicia por encima de que gane yo o los míos.

Pero eso son ecos de las guerras mayores. Habíamos echado unos euros en la bolera y le habíamos dado bien, divertidos, con algunas cervezas de más y algunas ganas de menos, pero según había ido transcurriendo la partida todo iba ajustándose más o menos y los cinco nos habíamos ido implicando en el asunto. Entonces fue cuando se reinició y volvimos a tirar por primera vez, y fue extraño. Lo jodido del asunto es que las reglas tienen su cosa. Reglas fijas, asépticas.

Nosotros no lo somos, y estaría bien por una vez saber dónde está el agujero antes de despeñarse por él. Eso si que es un buen proyecto para el año que se esfuerza en mantenerse empezando.

padres de otros

Estábamos ahí, tomando unas cervezas. Yo acababa de leer en alguna parte que tienen un IG muy alto, así que no tenía demasiadas ganas de alargar la situación. Las efímeras modas propias que deberían ser patrones de vida, pero no lo son.

Llevábamos un rato hablando. El tipo estaba chungo y había acudido a mí para pedirme ayuda por vigésimo quinta vez. Yo ya estaba más que harto. Mucho más que harto. A veces jode ver como el ser humano se pilla una piedra y se pasa el resto de su vida intentando partirla por la mitad con la cabeza. Eso me enferma, me hace sentir mal. Verlo tan claro y no poder ponerle una solución inmediata acaba con mi paciencia. Así que le dije un par de cosas para de ahora en adelante.

La humanidad es esa colección de tipos de no tienen ni idea dónde van ni dónde están, ni regularmente qué están haciendo mal con sus vidas.

Y los logros de la humanidad son cosas que suceden mientras que los que los aupan luchan con sus propios demonios mal y a destiempo. De hecho se podría trazar una linea roja entre fantasmas y avances que sería siempre sobrecogedora. Demoledora.

Y el tipo se me queda mirando, el muy cabrón se me queda mirando como el hijo de puta que es, y me dice:

«¿Sabes?,
nadie debería poner condiciones nunca.
Nadie está donde debe cuando lo hace.
Si quieres ser padre de alguien
deberías empezar por ti mismo».

Así, marcando las pausas, como si estuviera recitando (que probablemente algo de eso habría, por los antecedentes).
Así, reconfigurándome entero en tres soplos de aire.

Supongo que proyectamos soluciones en los demás que no somos capaces de asumir por entero en nosotros mismos. Proyectamos soluciones en otros como si fueran nosotros mismos, como si todo fuera lo mismo. Y nada lo es.

Le prometí lo que pedía y le abracé.
Le dije «gracias».

A lo que respondió «espero que me lo recuerdes algún día, cuando me haga falta».

Acabé la cerveza y pedí dos más.

«Cuenta con ello.»

Y allí seguimos un rato, mirando al vacío. Disfrutando de ese tipo de soledad que sólo se puede sentir estando acompañado.

Y recuerdo que todo dolía especialmente bien.