Estábamos ahí, tomando unas cervezas. Yo acababa de leer en alguna parte que tienen un IG muy alto, así que no tenía demasiadas ganas de alargar la situación. Las efímeras modas propias que deberían ser patrones de vida, pero no lo son.
Llevábamos un rato hablando. El tipo estaba chungo y había acudido a mí para pedirme ayuda por vigésimo quinta vez. Yo ya estaba más que harto. Mucho más que harto. A veces jode ver como el ser humano se pilla una piedra y se pasa el resto de su vida intentando partirla por la mitad con la cabeza. Eso me enferma, me hace sentir mal. Verlo tan claro y no poder ponerle una solución inmediata acaba con mi paciencia. Así que le dije un par de cosas para de ahora en adelante.
La humanidad es esa colección de tipos de no tienen ni idea dónde van ni dónde están, ni regularmente qué están haciendo mal con sus vidas.
Y los logros de la humanidad son cosas que suceden mientras que los que los aupan luchan con sus propios demonios mal y a destiempo. De hecho se podría trazar una linea roja entre fantasmas y avances que sería siempre sobrecogedora. Demoledora.
Y el tipo se me queda mirando, el muy cabrón se me queda mirando como el hijo de puta que es, y me dice:
«¿Sabes?,
nadie debería poner condiciones nunca.
Nadie está donde debe cuando lo hace.
Si quieres ser padre de alguien
deberías empezar por ti mismo».
Así, marcando las pausas, como si estuviera recitando (que probablemente algo de eso habría, por los antecedentes).
Así, reconfigurándome entero en tres soplos de aire.
Supongo que proyectamos soluciones en los demás que no somos capaces de asumir por entero en nosotros mismos. Proyectamos soluciones en otros como si fueran nosotros mismos, como si todo fuera lo mismo. Y nada lo es.
Le prometí lo que pedía y le abracé.
Le dije «gracias».
A lo que respondió «espero que me lo recuerdes algún día, cuando me haga falta».
Acabé la cerveza y pedí dos más.
«Cuenta con ello.»
Y allí seguimos un rato, mirando al vacío. Disfrutando de ese tipo de soledad que sólo se puede sentir estando acompañado.
Y recuerdo que todo dolía especialmente bien.