Recuerdo cuando estaba siempre preocupado.
Las cosas importan en la medida en que son.
Lo difícil es saber hasta dónde son.
Hasta donde están.
Tenía un ojo en alguna parte
mientras un idiota me preguntaba en el bus
dónde estaba su casa. No creo posible
comprender, en realidad,
donde existe cada mierda que me voy encontrando por ahí.
Yo no soy mucho mejor, pero a mí me tengo el suficiente cariño.
La luz que dejó de sonar hizo un hueco
de cristales rotos en el silencio de seguir siendo
y me vi, de pronto,
como un caracol en el abismo de su concha,
como un silencio en un aullido,
como viento en una cabina o corazones en un suspiro.
Después de tanto tiempo me volví a llamar
y fui yo quien respondió al otro lado
con voz nerviosa.