# perdiendo.org/museodemetralla

entraron en mi cabeza (201) | libros (20) | me lo llevo puesto (7) | pelis (2) | Renta básica (9) | series (6) | escasez (2) | frikeando (94) | arduino (1) | autoreferencial (11) | bici (1) | esperanto (4) | eve online (3) | git (2) | GNU/linux (4) | markdown (7) | nexus7 (2) | python (7) | raspberry pi (3) | vim (1) | wordpress (1) | zatchtronics (3) | hago (755) | canciones (156) | borradores (7) | cover (42) | el extremo inútil de la escoba (2) | elec (1) | GRACO (2) | guitarlele (11) | ruiditos (11) | Solenoide (1) | fotos (37) | nanowrimo (3) | novela (26) | criaturas del pantano (5) | el año que no follamos (12) | huim (5) | rehab (4) | poemas (353) | Anclajes (15) | andando (3) | B.A.R (7) | Canción de cuna para un borracho (38) | Cercos vacíos (37) | Cien puentes en la cabeza (7) | Conejo azul (6) | Contenido del juego (5) | De tiendas (3) | del pantano (3) | Destrozos (2) | Epilogo (4) | Fuegos de artificio (5) | Imposible rescate (15) | Jugando a rojo (7) | Libro del desencuentro (2) | Lo que sé de Marte (11) | Los cuentos (21) | Montaje del juego (5) | Orden de salida (4) | palitos (31) | Piernas abiertas (7) | Poemas medianos (12) | Privado de sueño (7) | rasguemas (5) | Tanto para nada (17) | Todo a 100 (2) | Uno (4) | relatos (96) | anatemas (9) | orbital (2) | prompts (8) | vindicaciones (103) | perdiendo (1.694) | atranques (1) |

no nosotros

1.

Nos habíamos visto demasiadas veces.

Yo ya sabía tu nombre,
tú ya sabías la hora.

Habíamos pasado más de un invierno en aquella mesa.
Sinceros a medias, despistando a medias.

La punzada del grito sordo del silencio cuando hay silencio.
El color gris de la ausencia, la piedra del desconocimiento

más pegajoso.

Qué, nos vamos. Vámonos. Deja aquí eso, volvemos luego.
Enciéndeme un cigarro. No fumo. Qué pena.

¿Y eso?

Pues eso, la pena.

Realmente no volvimos a vernos casi nunca.

2.

Después de algún tiempo
encontramos un lugar al que llamar nuestro
y nos empleamos con fuerza en ello,
en llamar a esto aquello y
adorar lo que sólo sucede a veces.

Ábreme el paragüas, te espero en la marquesina.

Rodéame la cintura, tonto.

Subo yo primero, si enciendo la luz del baño, subes.

Yo esperaba abajo en la calle
con los ruidos locos de la gente viviendo normal
con el corazón en un puño y el puño en un bolsillo
y con la convicción

de que verte

era una promesa encerrada en un bote mal sellado.

3.

Salíamos y entrábamos y entrábamos y salíamos
y nos veíamos y dejábamos de vernos
y entrábamos y salíamos
y desperdiciábamos las ganas en bares atiborrados de gente
y en baños vacíos de esperanza y llenos de servilletas.

Qué asco. Qué ganas. Qué extraña sensación de extrañeza.

4.

Múltiplicábamos los peces y las penas
yo ya sabía tu nombre
tú seguías sabiendo la hora
sabías el minuto el segundo el momento preciso
en el que el hambre era posible
en el que ser era posible
en el que estar era posible
en el que ser nosotros tenía suficientes esquinas.

Múltiplicábamos las ausencias y los encuentros
rodando lento por asfalto caliente
acelerando en caminos de tierra prensada
dándole a fondo para despegar del suelo

mientras, olvidábamos en todo lo posible que el aire
era suelo
que el aire
era un engaño local
que el aire
era un mentirnos desganados
que el aire
éramos nosotros haciendo malabares

para no ser nosotros ni aquellos ni nosotros ni nadie.

el largo camino hacia abajo

La historia del ser humano ha estado siempre condicionada por lo que es el ser humano. Eso, la mayor parte de las veces, se olvida. Parece que lo más razonable es lo que es. Tanta gente pensando no lo hace para nada, ¿no?

¿Y qué es el ser humano? Pues más o menos esta mierda plagada de buenas intenciones, en el mejor de los casos. En otros ni siquiera eso. Lo importante soy yo y mi grupo, debilitar al resto de los grupos para que no lleguen a suponer nunca una amenaza. Esos son nuestros registros. Cuesta mucho tiempo llegar a conclusiones distintas.

El sistema sabe que está asentado sobre una injusticia, por eso existen los impuestos. El mismo sistema sabe que es injusto, por eso existen las indemnizaciones por despido. El mismo sistema sabe que no está siendo del todo justo con todos, por eso existen los días libres, las jornadas de ocho horas. La sanidad pública, la educación, la justicia. Todo aquello contra lo que lucha al que le va bien.

En un sistema de por sí equitativo no haría falta repartir nada: cada uno tendría lo suyo. Esa sería una sociedad realmente civilizada, desde luego no la nuestra. Lo material no da la felicidad, pero la falta de lo material nos empequeñece, disminuye nuestros cerebros centrados en la supervivencia. Nos volvemos tontos. Eso reduce nuestra amenaza.

Cada vez que escucho a alguien argumentando que los impuestos, que se hacen cargo de la educación, la sanidad, las pensiones, la justicia, son un robo a mano armada, me pregunto si son conscientes de que utilizar el trabajo de otro ser humano pagándolo a medias y apropiándose de la plusvalía es el verdadero robo a mano armada. La mano armada de las necesidades de los demás.

Me pregunto si no son conscientes de que el propio sistema lo sabe.

(Aunque engañarnos a todos es realmente engañar al sistema, porque el sistema somos todos).

¿Por qué no lo hacen por su cuenta? Por la economía de escala, los medios de producción de todos son más caros de lo que cada uno de nosotros puede ganar en toda su vida. Y porque tendría que asumir las condiciones. Ser el que sufre un robo no es exactamente lo mismo que ser el que roba.

Si me pagases lo que genero y no te estuvieras quedando con una parte de ello, ¿por qué tendrías que indemnizarme cuando me despides? ¿No has pagado ya mi trabajo? ¿No estamos en paz?

No, no lo estamos. No, el sistema no es equitativo. No, no somos una sociedad civilizada. Somos una sociedad anclada en cierta parte de lo humano que no es lo mejor que puede dar de sí.

Es necesario que las empresas que no pueden permitirse pagar un salario justo que permita una vida decente cierren. Y lo es por un motivo muy concreto: mientras se permita que existan constituirán una competencia desleal con respecto a las empresas que sí lo hacen.

Además, en teoría, ese es su rollo: si una empresa no es rentable cierra, otros vendrán que lo hagan mejor. Sostener a empresas que pagan salarios de miseria mediante convenios particulares de empresa o legislación ad hoc deforma el sistema.

Las empresas no están en burbujas individuales, compiten con otras. Una empresa que no paga los salarios que debería está compitiendo con ventaja frente a las empresas que sí lo hacen. Una empresa que utiliza la ingeniería fiscal para pagar menos impuestos está compitiendo con ventaja frente a otras que no la utilizan. Una empresa, una sola, que hace el mal, tiene ventaja en la competición y fuerza a las demás a hacerlo si quieren sobrevivir en el ecosistema empresarial.

Es un círculo vicioso: compramos en Amazon porque no tenemos un puto duro y es más barato, y no tenemos un puto duro porque Amazon ha tumbado los costes salariales y fiscales hundiendo a las empresas que pagaban sueldos decentes.

Es una goma que tira hacia abajo, un agujero negro. Si permitimos que esas empresas tengan ventaja estamos forzando a las demás a ir cada vez más abajo para ser competitivas.

La gente con sueldos de miseria compra en tiendas que promueven esos salarios porque sus precios son injustamente competitivos, en un camino inexorable a la miseria.

La gente no tiene culpa alguna más allá de la pura necesidad. Compran en Amazon, pagan en negro todo lo que pueden. Pero no están siendo crueles –están pidiendo ayuda a gritos. No pueden hacer otra cosa.

Si aquellos que están enriqueciéndose encuentran formas de hacerlo más aún gracias al sistema es este el que falla. Ningún estatuto de ninguna empresa tiene en sus objetivos mejorar la sociedad más allá de un reclamo publicitario, el objetivo de las empresas es ganar dinero para sus accionistas. Es la legislación el poli malo que tiene que asegurarse de que la sociedad mejora. Las leyes las hacen los políticos. Los empresarios pagan a los políticos. Eso es porque el ser humano es humano. Cuesta mucho tiempo llegar a conclusiones distintas. Esta es una guerra que estamos perdiendo constantemente.

Yo no compro en Amazon desde hace un par de años. Porque puedo permitírmelo. No hay que culpabilizar al que lo hace porque no puede evitarlo (está pidiendo ayuda), hay que culpabilizar a la legislación que permite que Amazon tenga la suficiente ventaja competitiva como para arrastrarnos a todos a la miseria.

el silencio

Valientes caminando bajo las andanadas, impasibles, avanzando siempre hacia delante sin reparar en los cuerpos despedazados a los lados.

De eso, la mayor parte de las veces, me parece que va todo esto.

Como si no importaran.

A veces me pregunto cómo puede ser que vea tantos conejos y gatos atropellados en las carreteras. Es sencillo, no importan ni media mierda. De otro modo se haría algo. Las urracas no se quejan.

A veces la respuesta, si se pregunta, es que nuestra propia ineficacia no nos permite organizarnos mejor: para poder tener ciertos beneficios como especie es necesario un cierto número de bajas. Suicidios, deshaucios, gente sin empleo a la que hacen sentir inservible, gente al margen, fuera. Las urracas no se quejan.

Otra, relacionada con la anterior, es que estamos avanzando a un lugar de cero marginados. Estamos aprendiendo a organizarnos mejor. No importan los datos.

Otra, más cruel, es que es la mejor forma de organización posible. En otras habría más marginados.

Relacionada con esta: los que no disfrutan de las ventajas del sistema es porque no se esfuerzan. Porque ellos mismos se excluyen. Dios sólo ayuda al que se ayuda a sí mismo, o algo así. La desigualdad no es un defecto sino una herramienta del sistema, se premia más al que más se esfuerza. No importa que todo lo que veas a tu alrededor no concuerde.

Como esas guerras en las que la estrategia era avanzar impasibles hasta llegar al cuerpo a cuerpo, soportando cañonazos y disparos entretanto. Gente que muere alrededor. Gente que no ha hecho lo suficiente, no ha previsto la bala, no ha sabido esquivarla. Inadaptados, vagos, ineficientes. Los pisamos si caen delante y seguimos, no son como nosotros.

Las urracas, en sus tiendas de campaña en la retaguardia, no se quejan.