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caser

Estuve una temporada imponiéndome no parar. Caminar, curro, juego, caminar de nuevo, preparar cena y comida del día siguiente, recogidas varias y a sobar. No tenía tiempo para nada más.

Ahora no me impongo nada. Llego del curro, siesteo, echo un rato en el juego, me da pereza caminar, cocino, escribo, miro por la terraza al infinito mientras atardece, toco la guitarra sentado en el suelo intentando recordar acordes y melodías.

Antes cundía. No sé cómo ni por qué. Ahora me aterroriza la velocidad.

genuflexiones

El portátil echa fuego por sus bocas, aunque es más pavoneo que otra cosa. Está procesando texto. En él unos cuantos poemas, dedos sin puntos y con apenas comas, sin mayúsculas, fragmentos pequeños y maleables de días normales. Lupas puntuales de aberraciones cromáticas. Hace mucho tiempo que ya no sé para qué escribo. Lo curioso es que, siendo así, al hacerlo descubro recompensas desconocidas casi cada día. Ya no sé para qué escribo (vender un libro, ganar un premio, contar una historia en concreto), pero me gratifica (hilos que existen y me interesan por ellos mismos).

Me rasco la barbilla bajo la barba, me meto el pelo detrás de las orejas. Pongo la espalda recta, estiro las muñecas.

no pasa nadie
no pasa nada