# perdiendo.org/museodemetralla

entraron en mi cabeza (201) | libros (20) | me lo llevo puesto (7) | pelis (2) | Renta básica (9) | series (6) | escasez (2) | frikeando (94) | arduino (1) | autoreferencial (11) | bici (1) | esperanto (4) | eve online (3) | git (2) | GNU/linux (4) | markdown (7) | nexus7 (2) | python (7) | raspberry pi (3) | vim (1) | wordpress (1) | zatchtronics (3) | hago (755) | canciones (156) | borradores (7) | cover (42) | el extremo inútil de la escoba (2) | elec (1) | GRACO (2) | guitarlele (11) | ruiditos (11) | Solenoide (1) | fotos (37) | nanowrimo (3) | novela (26) | criaturas del pantano (5) | el año que no follamos (12) | huim (5) | rehab (4) | poemas (353) | Anclajes (15) | andando (3) | B.A.R (7) | Canción de cuna para un borracho (38) | Cercos vacíos (37) | Cien puentes en la cabeza (7) | Conejo azul (6) | Contenido del juego (5) | De tiendas (3) | del pantano (3) | Destrozos (2) | Epilogo (4) | Fuegos de artificio (5) | Imposible rescate (15) | Jugando a rojo (7) | Libro del desencuentro (2) | Lo que sé de Marte (11) | Los cuentos (21) | Montaje del juego (5) | Orden de salida (4) | palitos (31) | Piernas abiertas (7) | Poemas medianos (12) | Privado de sueño (7) | rasguemas (5) | Tanto para nada (17) | Todo a 100 (2) | Uno (4) | relatos (96) | anatemas (9) | orbital (2) | prompts (8) | vindicaciones (103) | perdiendo (1.694) | atranques (1) |

el teatro del adiós, parte 3 (pollo al hoyo)

[parte 1] | [parte 2]

Estaban preparándose para irse a dormir con el fin de estar en condiciones para afrontar la absurda monotonía del día siguiente. Uno de cada cien mil llegaría a escapar de la maldición general; en cuanto a los demás, sería un acto de misericordia que alguien llegara de noche y les cortase el cuello mientras dormían.
Sexus. Henry Miller.

El cura alucinado con los Power Rangers («por el poder de Diiiiiiiiiiioooooooooooosssssssssssss») se ha puesto un pequeño amplificador en la teta izquierda y lleva un pinganillo como el de Madona colgando de la oreja derecha. Bendice con la mano todo el tiempo. O mueve la mano delante de él todo el tiempo, hacia arriba y hacia abajo.

Le da fuerte a las letanías.

Resulta que se oye más a sus pulmones que al amplificador, así que se le escucha al mismo volumen que si no lo llevara, pero con un fuerte sonido metálico por debajo de todo que idiotiza más la escena. Ya ni siquiera tengo ganas de reír. Esto es demasiado vergonzoso. Estoy empezando a pasarlo mal. Se supone que esto no debe ser así. Tienen que hacerlo serio. Lo hacen serio y yo encuentro las pequeñas fisuras, meto cuñas y me río viendo lo ridículo que es todo. Pero me están ahorrando todo el trabajo. Y, por sorprendente que parezca, al hacerlo están convirtiéndolo todo en algo aún más triste. Más miserable. Más real.

Sé que es estúpido, pero cada uno se defiende como puede ante el dolor.

Refugiado en la ironía y el sarcasmo tengo una especie de anestésico natural.

Con Power Ranger Madona es imposible hacer patente nada, porque todo es evidente. El ridículo, lo triste de la muerte, lo jodido de dejar de estar, lo jodido que es ser consciente de que vas a dejar de estar porque otro ha dejado de estar frente a ti. Esa consciencia en ese segundo de epifanía, de revelación.

Y lo realmente jodido: que mi abuela se ha muerto.

Mientras el tipo canta algo parecido a Like a Virgin, pero en gregoriano y dentro del way of life de la iglesia, otros tipos meten la caja en el hoyo. Y empiezan a decir que no cabe. Y ponen el féretro de lado.

Si me estuviera inventando algo de esto no podría perdonármelo. Nunca.

Ponen el féretro de lado y yo me imagino la mortaja de mi abuela como un pollo en un asador. Dando vueltas. No se toman la más mínima molestia para adecentar esto. El cura sigue cantando y moviendo la mano.

Mi madre y María se han hecho un hueco frente al hoyo. Carol y yo estamos a la derecha, sin saber muy bien qué hacer. Los que llevaban la caja utilizaron los mismos codazos de antes para encontrar un buen sitio.

Algún día harán sesiones numeradas, tiempo al tiempo.

Terminan de asar el pollo meter el féretro en el hoyo y mi madre abraza a mi hermana y rompe a llorar.

Qué duros son esos bofetones de realidad.

Mientras el cura no deja de hacer lo suyo un albañil se mete en el agujero y pide algo. Le dan un capazo de cemento.

Mientras el cura no deja de hacer lo suyo se oye dentro del agujero un «chof» y los «plas, plas» del paso de la llana. Se levanta el tipo y pide otro capazo.

Si en algún momento tuve un eje de ordenadas y abscisas en el que encajar todo esto, acaban de reventar todas mis escalas y de romper contra sus rodillas mis escuadras y cartabones, recriminándome «esto caca».

Me gustaría decirle al cura que se callara.

Que mostrase algo de respeto.

No lo entendería, y los demás dirían que el dolor me había vuelto momentáneamente loco.

Todos me lo perdonarían, el dolor, ya se sabe.

Pero no lo hago. Sería un camino sólo de ida lejos de la muerte de mi abuela. No quiero coger esos caminos, después se suelen enquistar dentro. El camino fácil siempre es lo menos parecido a un camino.

Miro al suelo, porque no sé qué otra cosa puedo hacer. Deseo que todo esto termine.

Mientras tanto nadie se ha dado cuenta de que la banda sonora no encaja y sigue la misma melodía sin que nadie meta otro disco: por un lado el cura con sus desafines-cánticos que amenazan con levantar a los muertos para verles coger sus mortajas mientras se dicen unos a otros «ya te dije yo que no íbamos a estar tranquilos en este cementerio», y demostrando no haber conocido jamás, no poder entender y ni siquiera saber deletrear la frase: «estoy haciendo el mayor de los ridículos, y no es el momento precisamente oportuno», pero sí conocer, deletrear y usar constantemente «soy un tipo grande, mira que requetebién lo estoy haciendo, estoy impresionando a todo el mundo»; por otra parte la cabeza del albañil, que creo que también es primo de la familia, apareciendo y desapareciendo del hoyo como alguien que hace la vieja tontuna de bajar unas falsas escaleras detrás del sofá, pidiendo capazos y capazos de cemento para después hacer la base del ritmo, el «chof» de vaciar la espuerta y los «plas, plas» de la llana; por otra parte todos los demás, añadiendo el silencio a la excelencia de la composición, algunos perfectamente normales y otros como yo absolutamente alucinados con el nivel de chapucismo que se puede alcanzar con un buen entrenamiento.

Para hacer lo que están haciendo, podían haberla tirado al río en pleno agosto, cuando estuviera seco, y haber quemado manuales de muebles de Ikea al ritmo de la música de friends. Hubiera sido menos esperpéntico.

En la vida, para bien o para mal, todo termina. Volvimos caminando al pueblo, la gente que me había conocido de crío, espigado e incansable, saluda, echan unas risas siempre por gilipolleces, te dicen que si te acuerdas de algo que tú nunca recuerdas, te dicen que estás gordo, te dicen que menudos pelos, te dicen que ha sido un estupendo sepelio y que Asunción estaría orgullosa, te besan con ansia, con hambre, te miran con ojitos degollados por la vida y sus rutinas, te piden con vehemencia que te acuerdes de ellos. Pero tú no sueles acordarte de ninguno.

Haces como Samuel Jenkins, finges reconocerles y punto.

Todos están más relajados, todos quieren jarana a su modo. Celebrar la vida porque la vida sigue para todos menos uno. Ellos hoy se han salvado. Se van a comer en un restaurante, o se van a tomar unas cervezas y unos torreznos. Ya pasó, vida, ya pasó.

Entiendo la necesidad del ritual. Lo entiendo.

Entiendo que hace falta para seguir viviendo.

Pero no entiendo qué pintaba mi abuela en todo esto.

Y este es el fin de la serie.

Y tampoco entiendo que pinta mi abuela en ella. Me quedo con los trocitos de chocolate en la puerta de la casa del pueblo, cuando todo era tan sencillo que no podía dejar jamás de ser bonito. En ese punto exacto, delante de la puerta, te he situado para siempre. Como diría Hare, eso tiene sentido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.