Mirando desde estas gafas enormes a lo Costello que me agradan y me desagradan a la vez.
«Después de tanto ruido no quedó ni la guerra» decía en otro sitio. Y sin saber muy bien por qué me persigue la frase en el tiempo que me queda libre. Y en el que tengo ocupado también. No por ninguna guerra en concreto, sino más bien por el carácter efímero de las cosas: o como las cosas son construidas, o cómo son destruidas, o cómo se mantienen cuando no deben, o cómo caen cuando no deben. Todo mezclado.
Hoy ha estado en casa Oscarín y he recordado muchas cosas de él. La afinidad, en suma y en cualquier caso, siendo tan distintos. Yo tan explosivo, él tan de hablar sólo cuando las cosas están maduras. Creo que me atraen este tipo de personas, en general, precisamente por su carácter sólido (en la acción, vete tú a saber en el pensamiento), yo soy más líquido: reacciono según el continente del momento, y no tanto por mis propios consejos racionales: quiero aprender eso.
En la conversación: política y zarandajas varias, la vida que se escribe en versos malévolos. No importa que hace años que no nos veamos con asiduidad: le sigo sintiendo en el centro exacto de mi cerebro. Y sus respuestas lo constatan. Lo importante de la conversación fue lo que se compartía, no lo que se hablaba.
Futuro viaje a Granada para verle.