Tenía las manos cansadas
de estar cansadas,
los ojos rojos,
el tiempo anegado de aguas residuales
y estancadas,
la luz anudada al pelo,
los litros de cerveza aún rodaban por el suelo
mientras yo moría,
poco a poco,
contra la pared de la cocina,
nunca dejé de preguntarme cómo,
nunca dejé de decir nada,
de soñar pocas y lentas cosas,
nunca pensé que volver y volar y estar
y dejar de decir tiempo fuera
tan cansado
como estoy
y como soy
endémico de mí mismo
perdido en el azul de estar dormido
a medias
y a medias perdido
(bucle)
y rompía en espasmos
abrazado a la taza,
recuperaba el sentido
perdiendo líquido.
Mientras tanto a la noche
le dio por perder su
carácter ígneo.
Se acabó el kombate, amigo.