Lo malo de ser delegado de cualquier tipo es precisamente eso.
Que delegan en ti.
Y todos quieren pedir, porque se les da bien y es más fácil que hacer, por eso mismo delegan, joder. Si quisieran hacer ellos lo que tienen que hacer lo harían y te dejarían en paz con tus problemas, lo que ya conllevaría una extensión considerable.
Arranco los rebuznos de los restos demacrados del aparato dental que una vez llevé (me dijo el dentista: «vuelve en un par de meses y te quito ese hierrito», y desde entonces han pasado no menos de trece años y no más de quince) y hago mi trabajo, cuando estoy arriba el de arriba y cuando estoy abajo el de abajo y cuando estoy en medio pues, eso, doy vueltas, me mareo, me caigo al suelo y desde allí me dicen: «¿qué coño estás haciendo?»
– Nada, es que había visto un leuro…
Cuando llego a casa, ecco, siempre hay sitio para un ronete y un buen libro, algo de yazz y un pensamiento hermoso. Luego pasa algo y lo jode todo.