Me hacen preguntas, y a veces no puedo responder. ¿Por qué es tan necesario contar? Pues se van desgranando las respuestas. Muchas veces se cuenta para acercarse a otro. No es lo mismo un viaje en tren con un conocido yendo en silencio que el mismo viaje comentando algo. Es una perogrullada, pero a mí me pasa. Muchas veces me pierde más el silencio potencial que la propia necesidad de contar. Pero esa, aunque ocurre y entonces lo es, no es la razón. Lo fundamental es que tengo una media existencia, una memoria flaca, y cuento las cosas para que se sepan, porque sólo si se saben pueden existir. Si dependieran de mi capacidad de recordarlas podían darse por olvidadas. Y esas cosas serán comentadas, o no, en boca de otros cuando los años se hayan ido y ni siquiera yo las recuerde, y de algún modo velado seguirán siendo en boca de otros lo que fueron algún día en mi vida.
Que es el sentido de esta bitácora, por ejemplo. Decir se dicen muchas cosas, sobre todo yo. Algunas no son ciertas más que cuando se enuncian, otras ni llegan a eso. Algunos me dirán que a lo que existe le basta con haber sido, y pueden tener razón. De hecho seguramente la tengan. Pero lo que no se cuenta, me da a mí la impresión, se borra. Desaparece. Y no merece la pena.
La última razón de contar tanto (o todo) es que es el único modo que tengo de que me conozcan a mí los que conozco, en vez de lo que represento.