La razón en general y el proceso del raciocinio en particular nos engañan.
Sólo hay dos indicadores reales:
los vértigos
y lo que queremos que exista de tal modo que a efectos prácticos es como si no lo hiciera.
Hablemos a partir de ahí. Sí. Abre tú las cervezas y pon -las cartas- sobre la mesa. Desdibuja el momento, que aún es demasiado cuerdo -vesanía como punto inicial de la lucidez visual- vayamos ingiriendo cerveza y fumando cigarros lentos que se dejan prender entre los dedos, formando un cilindro de ceniza tambaleante. Sí. Dímelo lento, que de otro modo no consigo entenderte. Lento, pero dilo. Pongamos -los vértigos (miedos) y lo que no queremos que exista (la mierda)- sobre la mesa. Después tendremos que revolcarnos en todo ello. Prescindamos de la luz, que apesta. No quiero que me iluminen, estoy llegando. No necesito aditamentos y
pongamos
-los ojos-
sobre la mesa.
Estorban en sus cuencas.