Hay cosas peor que muertas, ausentes,
que dejan marcas como cuadros arrancados
de las paredes.
Redundar en el existir es redundar en uno mismo una y otra vez, porque en suma redecorarse normalmente es sinónimo de traicionarse. No siempre, hay que saber hacerlo muy bien.
Chejov y el monje negro, de nuevo, redundando en la no-traición de verse.
Es la misma cerveza que suma y sigue en el acto contemplativo del pensar sin razonar, el pensar mismo de comunicación inmediata con lo circundante y uno termina sintiéndose escritorio, lo juro, uno termina sintiéndose vaso, teclado, cigarro, libro, silla, parquet, guitarra. Sobre todo guitarra, creo. Uno tiene cien ojos puestos en cien sitios diferentes, y como el master del juego de rol va coleccionando datos, resultados, acciones abiertas, conclusiones cerradas. No tengo duda alguna sobre ello.
Chejov y el monje negro, de nuevo, redundando en la no-traición de verse.