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Desencuentros.

Dentro de un momento vendrán a pasar la noche del domingo nanete, el clip y chayane (alias cisneros, alias el de la dory). Yo he llenado la casa de velas, porque me ha dado por ahí, y me estoy tomando un poleo, pensando en todo el fin de semana.

Supongo que cada vez más miguel y menos anticuario. Ley de vida, intuyo.

El camino al baño parece la pista de aterrizaje de un aeropuerto, bien señalizado con balizas luminosas.

El sábado, por ejemplo, fui a ver a vic, leti y mateo, después de un año o algo más. Qué grandes. Al doblar la esquina del salón vi colgado el cuadro que estuvo un montón de tiempo sin precisar encima del palomar. Sentí un pinchazo que volví a sentir un par de veces más a lo largo de la tarde. Pero la indiferencia es una pátina que pasa factura, al final asumes y ya no te importa, don’t forget, porque sólo puedes asumir, que ya es un mundo, mi niño. No te importa en absoluto, más que como la llegada por sorpresa de una oleada de pasado. Cuando recibí el mensaje de móvil que yo esperaba no fui capaz de leerlo. Momento en fuga. Lástima. Lancé una bengala esta mañana, pero no debía haber nadie para verla. Es más que factible que me lo merezca. Joer.

No fui a ensayar. No es una obligación. No debería serlo. Me mandaron un mensaje ultimátum. Y no respondí. No fui hoy tampoco. Dejé las cosas claras antes de empezar, pero cayeron en saco roto, parece ser. Al final ni siquiera tuve ganas de responder, no quiero volver a decir lo mismo una y otra vez, y mucho más cuando sé que no voy a ser comprendido, como no lo fui entonces.

Ayer, después de salir de casa de vic y leti, me pasé por casa de mis padres. Era el cumpleaños de mi madre, menuda memoria. La felicité sinceramente. Les quiero. Después volví a casa, con un mensaje quemándome en el bolsillo del pantalón que no me decidía a leer. Vinieron Ángela, Roy, el galego y cisneros-chayane (sobre todo los sábados), hablamos y nos largamos, nos fuimos a cenar algo y a tomar unas cervezas tranquilas y hablamos más aún.

Hemos constituido un núcleo en el que, al solaz de la confianza, nos abrimos y profundizamos en nosotros mismos y en lo que somos y son los demás. No hay temas tabú. No sé cómo ha sido, fue algo solapado, toda esa seguridad y confianza no estaba y de repente, un solo segundo más tarde, estaba. Simplemente.

La comida de cumpleaños de mi madre ha sido una hecatombe. Enormidades de comida, algo de vino y más conversación. Mucha más. Antes había conseguido leer el mensaje y lanzar una bengala que, como dije, no fue recogida. El galego va con la de toledo a tomar un café, ángela comió gambas en guadarrama, roy viene a que le corte el pelo después de aperitivear por huertas, cisneros estuvo con inma, a la que han operado de apendicitis, nano estuvo con su abuelo, yo estuve echándome la siesta con el móvil pegado a la oreja.

Ahora nos veremos todos y tocaremos la guitarra, nos reiremos. Yo me sentiré feliz porque estamos todos juntos y sobre todo porque, de un modo u otro, nos comprendemos. No estamos solos, para bien o para mal.

La vida depende de eso.

Ahora, hasta que lleguen, voy a tocar canciones tristes que hablan de lo perdido y canciones tristes que hablan, sobre todo, de lo no recuperado. Y también voy a componer un par de canciones que hablen de lo encontrado, de lo que ha llegado sin buscar nada (aquel que sabe exactamente lo que busca es el que tiene más posibilidades de no encontrar nada, aquel que no espera nada aprecia todo lo que llega, cada cosa en su justa medida y sin prejuzgar).

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