– ¿Si la viera ahora mismo? Creo que eso generaría una paradoja en mi espacio-tiempo personal. Tío, llevo tanto tiempo negándome ciertas formas de su existencia, limitándola a recuerdos, un número de teléfono… es fácil tratar con una voz, puedes convertirla en un simple registro. Las voces no huelen. Es fácil tratar con recuerdos, por lo mismo. Pero… ¿verla?, desde luego sería toda una revolución, un cisma enorme, una gran grieta. Una fractura terrible, un gran crack. Todos los pilares sobre los que he cimentado una temblorosa nueva vida, sea como sea, sufrirían horrores. Mi yo consciente empezaría a formular preguntas al inconsciente que este no debería responder. Porque me he mentido, me he mentido a mí mismo como única terapia o como última salvación y he sobrellevado la misma vida encima de una gran mentira, a modo del caparazón de una imposible tortuga gigante. Hoy por hoy es esa gran mentira la que me mantiene en pie, y verla supondría una refutación insoslayable. Las paradojas alteran el espacio-tiempo normal, conocido, y generan singularidades.
– Ja, no tengo ni idea de lo que hablas. ¿Otra cerveza?
– ¿Acaso no caga el Papa? Pide también unas bravitas ricas, anda.