Primero cogemos los champiñones y los metemos debajo del grifo. Es posible que se resistan, por lo que no está de más recordarles quién es aquí el racional. Si aún así no ceden, no olvides que no tienen brazos, no van a hacerte daño aunque lo pretendan. Cuando están bien limpios (debajo del cabezón, jornada anti-tierra) los troceamos a lo largo.
Una sartén al fuego, con un pelín (medio) de ajo troceado y dorado ya en el aceite. Echamos los champiñones (ellos dicen: «no, no, no, no», pero no les hacemos caso) y una pizca de sal (sic). Justo en el momento en el que todo empieza a oler como la colada sucia medio lavada los champiñones empiezan a soltar agua, y es precisamente en ese momento cuando echamos un cuarto de vaso de vino blanco, para darle sabor (yo hoy no tenía vino blanco y le he echado cerveza, ya os diré el resultado). Si tenéis guindilla, no está de más echarle un pedacito. Cuando están cerca de tener un color gris sucio madrid otoñal echamos los ajetes tiernos, que hemos sacado de un bote a tal efecto. Por fin los champiñones tienen color gris sucio madrid otoñal, se ha evaporado el vino y echamos los huevos. No nos preocupemos de los ajetes, ya vienen listos en el bote, sólo hay que calentarlos.
A mí no me gusta batir los huevos para el revuelto, pero que cada quisque haga lo que le venga en gana. Si los bates échale unos trozos de queso en lonchas (nunca tranchetes, por favor, para evitar un desorden cósmico), que luego se derretirán sin pegarse al fondo de la sartén. Eso si te gusta la peligrosa y equidistante relación entre el ajo y el queso.
Echamos el huevo y, muy atentos, removemos. Cuando el huevo está en su punto, es decir, no del todo líquido ni del todo sólido (para que quede jugoso el revuelto), retiramos del fuego y presentamos en un plato, con un pelín de hierbabuena y perejil de bote para darle color. Cuando tropecéis al comer con un poco de hierbabuena es un puntazo.
Yo lo tomo con una cerveza, pero no está de mal el lambrusco y algo de pan.
Próximas entregas (creo):
– Lentejas.
– Judías blancas y pintas con chorizo.
– Cocido madrileño.