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anticuario te mira


Escucho, y me sirve de acicate, un gato pardo en el tejado.

La vida es una colección de tonterías. Las preguntas fundamentales están llenas de una misma respuesta. ¿Qué somos? Nada. ¿Quiénes somos? Nada. ¿A dónde vamos? Nada. Lo demás son cosas, más o menos divertidas, con las que nos gusta llenar los días.

Ayer llegué a casa después de escuchar una conversación unidireccional de una compañera del curro con su novio.

  • ¿Que no vas a venir a buscarme? ¿Por qué?
  • (…)
  • Claro. Tú verás. Pero entonces no llegaré hasta las doce.
  • (…)
  • Por supuesto que no. ¿Qué más da que mañana tenga el día libre? ¿Te crees que sólo tengo que verte a ti? Si vinieras a buscarme a casa nos veríamos a las diez. Pero no te preocupes, comprendo perfectamente que estés cansado. Claro que lo comprendo.
  • (…)
  • ¡Te estoy diciendo que te comprendo, joder! ¡No me cuentes tu vida! Si no quieres venir a buscarme me iré sola. No me hace falta que vengas.
  • (…)
  • Mira, me estás cabreando. Te digo que te comprendo, que no hace falta que vengas a buscarme. No sé si llegaré, al final… pero tú haz lo que quieras, si estás cansado no pasa nada.
  • (…)
  • Ya sé que tengo coche. Pero no quiero meterlo en Madrid. Tú verás. O nos vemos a las doce, con suerte, o vienes a buscarme.

Por lo que yo supe ayer, la conversación quedó en tablas. Ninguno de los dos cedió. Pero, pensé, el tipo tenía las horas contadas. El muy idiota no sabía que en un par de conversaciones más iría a buscarla, incluso de rodillas si hacía falta. Madre mía, no sé reflejarlo, pero qué grado abisal de manipulación.

El caso es que me alegré de estar solo, sin nadie que ande tocándome las pelotas todo el tiempo. Sin ánimo de generalizar, únicamente desde mi experiencia personal, las mujeres (o las que yo he tratado) tienen problemas con la manipulación de bases de datos. Para unas cosas son extremadamente pulcras, y para otras muy descuidadas. Un ejemplo de lo primero lo constituyen las cosas que hacen por ti. De ello llevan un registro exhaustivo y tremendamente completo. Discutir con cualquiera de las mujeres con las que estuve era imposible. Ellas siempre podían darme datos, fechas, nombres, causas, motivos… y yo sólo podía decir que sí, y cuando conseguía acordarme de algo que yo hice… dos desenlaces:

  1. Incapaz de dar fechas mi alegato era inmediatamente desestimado.
  2. Respuesta imparable por parte de ella: «yo no te pedí nada, ¿me lo estás echando en cara» (a lo que yo me pregunto, ¿y qué estás haciendo tú?), «oye, si me lo ibas a echar en cara no había hecho falta que hicieras nada…»

El desenlace 2 constituye un bucle del que un hombre (o yo) es absolutamente incapaz de escapar. No lo he conseguido nunca y siempre termino deshaciéndome en peticiones de perdón.

Pero, para otras cosas, su uso de las bases de datos es tremendamente defectuoso. Todo ello se hace cuerpo en la frase: «para una cosa que te pido…» ¿Una cosa? Vamos a ver, hombre, pero si tú manejando fechas y nombres eres perfecta… ¿una cosa? Puedes responder: «hombre, cari, recuerdo aquella vez en que…», pero eso te mete de lleno en el desenlace 2 del caso anterior, y ya sabemos, perdones y mil perdones. O puedes hacer lo que suelen hacer los paquitos idiotizados que, en general, están por todas partes: agachar la cabeza, meterla en el sobaco, y hacer lo que te piden. En cualquier caso, y ya sabiendo de antemano que van a ganar, es la solución más rápida.

Supongo que, al igual que cada persona-hombre guarda dentro de sí un hombre, cada persona-mujer guarda dentro de sí una mujer. No importa el grado de sofisticación (repito, es una opinión personal y no pretende generalizar, sólo habla desde y para mi experiencia personal), el grado de cultura, familiaridad, amistad, del que se trate el caso en cuestión.

Cuando yo vivía con cierta persona que me partió la vida en dos y veía algo sucio, si estaba de buenas lo limpiaba. Cuando ella veía algo sucio, lo limpiaba y lo anotaba. Entrada directa a la base de datos, un registro útil que valdrá su peso en oro, algún día, en alguna discusión rocambolesca en el que el k.o a los puntos siempre y sólo les perteneció a ellas, las mujeres que pulularon por mi vida.

El caso es que cuando ayer terminé de oir la conversación, llegué a casa, puse los ensayos de over, afilé el lápiz y preparé el libro de Mircea Eliade, fui a la nevera y abrí una cerveza, pensé: «Ante algo así, mejor sólo. Si algún día vuelvo a morir por alguien, jamás permitiré que se establezca la relación de tal modo.» Y ahí estaba, depié, saboreando mi cerveza y la cercana lectura del libro, cuando miré al acuario y ví al plecostomus burbujear por la nariz.

No le debo gustar a la felicidad. Porque se queda conmigo bien poco.

(Por supuesto, el tipo ha ido hoy a buscarla, habían quedado todos y fue fácil enterarse).

1 comentario

  1. Pues sí amigo es triste. En mi estancia en Santiago contemplé algo al caso, una discusión de una pareja en la que de cierta forma estaba involucrado por el simple hecho que la chica en una discoteca atestada de gente se dirigió a mi con una sonrisa y me dedicó mas de dos frases seguidas. La reacción de el no fué otra que digirse a gritos a ella diciendo «pero tu con quien estás, no has venido conmigo»… Levantó la mano y sentí helado, petrificado.
    Como podría venir aquella frase de una persona civilizada, muy probablemente universitaria. ¿Que hacer en ese momento?
    Yo decidí la huida, no la tocaba pero la amenazaba, creí que vivía un sueño, caí avergonzado puesto que no quería poner a mis amigos en ningún compromiso, ni tampoco en ponerme a la altura de tal especie.
    En aquel momento pensé pobre chica, pero esta mañana comentando la escena, me hicieron cambiar de opinión, ya que la cumpable de aquella situación probablemente sea ella por aguantarle ni un segundo. Debería alejarse de cualquier situación, o persona que genere esa violencia de género, y cultivar con la indiferencia y aislamiento social a este tipo de individuos.
    Es muy importante para este tipo de lucha la ayuda de la propia mujer, para ayudarla aquello que la daña.
    Al igual el hombre en acoso o violencia psicológica debe reflexionar si la relación que mantiene está basada en una conveniencia,o en una continua trampa de amenazas que se sujeta con palillos.
    Yo tengo la manía de que los favores a los amigos los apunto en un cigarrillo y luego me lo fumo.

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