El final del mes es un momento ideal para probar recetas sencillas, baratas y de fácil hechura. Esta receta desagradará a los que tengan suficiente dinero como para llegar con dignidad a fin de mes, pero espero que a algunos no les parezca mal del todo y tomen nota e hidratos de carbono.
1. Se cuece la pasta hasta dejarla al dente. Si no te sale, pásala. Mejor eso que dura. Escúrrela, pero no le eches agua fría (si la cociste con laurel, ajo y aceite no lo hagas, si lo hiciste sin nada remojalá o haz lo que creas conveniente, va a dar igual).
2. Con resignación se echan un par de cucharadas de aceite en la sartén. Cuando esté caliente se vuelca la pasta, se muele bastante pimienta y se rocía de orégano, para que sepa a algo.
3. Si eres de los afortunados que tienen tomate, se lo echas. Yo no suelo ser de esos, así que alternativamente echo lo que tenga, palos de cangrejo, melocotones, manzanas, queso, york. Alguna vez ha pasado que hubiera algo en la nevera, pero normalmente es pasta con agua, orégano y ajo. Y sabe de puta madre cuando ruge el estómago.
Para otro día mis grandes especialidades, como «arroz al agua» y «dos botellas de litro y medio de agua».