La lengua viperina de la noche tiene espinas.
(Si las calles te toman tú reza, si las calles te toman anestésiate con cerveza)
Y dos
veces me vi reflejado en mi cara.
Sólo dos
veces me vi en ella.
¿Dónde estuve el resto del tiempo?
¿Quién estuvo tras mi (no) cara?
Ha habido bares, eso lo recuerdo, ensucié
mis manos con el acre olor del fermento, me
pensé muerto sólo porque estaba despierto…
Y entretanto sólo dos
veces vi mi cara, en un marasmo de gestos
que no me pertenecen, que no tienen
nombres ni apellidos, ni
buzón de correos.
¿Qué hacía yo mientras tanto?
¿Dónde estaba?
(Pues seguramente en la barra, adelantando acontecimientos. Seguramente estabas allí, debajo, pensando en otras cosas más importantes, o más acuciantes. Si sólo dos veces conseguiste estar justo donde estabas es que lo demás quizá no merecía la pena. Es quizá que no podías ser quien eres si pretendías seguir el juego. Es quizá que estás viejo, amigo mío, y lo intranscendente se ha hecho lapa y la transcendencia se ha hecho intranscentente. Amigo mío, no lo pienses. Las palabras no son falsas porque mientan, y los brazos no son sinceros sólo porque tiendan a abrazarte.)