Estoy agotado, y no dejo de sentir lo mismo todo el tiempo.
¿Merece la pena?
No lo sé. No tengo ni idea. Es divertido. Y eso, a estas alturas, es mucho más que bastante. Me preocupa llevar casi cuarenta mil palabras preparando una historia. Joder, eso es casi una novela. A mitad de mes estoy en la puerta del nanowrimo. Nunca antes. No me preocupa escribir la historia, en este punto puedo escribir 50k en una tarde (eso es un poco exagerado, muy exagerado). Es cuestión de saber a dónde vas. Lo bueno de tenerlo todo claro es que es perfecto para improvisar. No sé por qué no lo tuve en cuenta nunca, habiéndolo visto tocando durante años.
Se aprende despacio, y raro.
Pero quizá me esté pasando.
Quizá. No lo sé. Quiero llegar a ese punto, en el que el acelerador se aprieta por instinto, para eso tengo que estar muy centrado. Probablemente no merezca la pena. Que sea capaz de construir una historia que me parece tremenda no significa que sea capaz de escribirla. Tendré que tirar de las reglas, mapa, podar, coherencia. Abrí un proyecto en gitlab, es curioso. Es muy curioso tener un registro de todos los cambios. Es como si la novela tuviera una intrahistoria que jamás he visto antes, y me gusta verlo.
Ahora tengo esos datos.
¿Merece la pena?
No tengo ni idea. Agarremos esta diversión. Dejemos lo demás para después, cuando ya no sea importante. Uno hace lo que puede. Lo que sea después es otra cosa.
Voy a sobar. Estoy contento. Ghostwriter es mucho más que correcto. Hace que no pienses en qué herramienta estás escribiendo, que sólo te dediques a escribir.