Al fin y al cabo
era como coger esa calle
una y otra vez,
con toda la escena repitiéndose
y tu pelo mecido por el viento
y la ceniza cayendo del cigarro que fumas
mientras tu falda vuela y se derrumba sobre sí misma
y vuelve a volar y a derrumbarse en un ansia existencialista
y la luz de un atardecer puntual, sensiblero y efectista gustándose a sí mismo
mientras
intento
no
dejar
demasiado de mí
por el camino al alejarme.
Casi todo el tiempo recuerdo eso.