Estoy haciendo un experimento. Yo casí lo veo como una performance (jajajjajaja), consiste, básicamente (aunque podríamos ahondar en matices) en no dormir. Una hora al día, a lo sumo. Llevo así más de una semana.
No lo he dicho antes porque no soy famoso precisamente por mi persistencia.
Veo raro. Veo muy raro. Es como si no estuviera. Soy más creativo (aunque lo que cree sea mierda, el caso es que tengo más facilidad para hacer cosas con la guitarra, con los versos, con la novela, incluso con el diseño de estas cosas infumables de internet).
Hoy me he tomado dos cervezas y es como si me hubiera tomado un barril entero. Una en casa, mientras componía y terminaba de componer las canciones que he subido. Otra en un bar que me gusta especialmente, porque, entre otras cosas, apesta a sudor. Es alucinante, no importa la hora del día, no importa la gripe que tengas, entras por la puerta y te sacude un sobacazo inmenso. En plena cara. He comprado tabaco y me he tomado una cerveza, ya digo, disfrutando del hedor. Mirando a las parejas cuarentonas adocenadas en las mesas. Me parece tremendamente importante que haya parejas cuarentonas adocenadas en las mesas, no sé, me da cierta estabilidad, me da cierta sensación… de que todo está en orden, no sé, en calma o algo así.
He comprado setas, champiñones y gambas. El revuelto está cantado. Aunque sea idiota, no dejo de ser un sibarita.
Todo es raro. He estado en la calle, ya digo, porque hoy curré en turno de mañana, y todo se mueve, y hay adolescentes en las escaleras y viejos paseando (¿dónde coño van, me pregunto?) y la vida se mueve por todas partes, y a efectos propios es exactamente igual que si no estuviera y me duele la cabeza, es raro, ya digo, me duele el melón, me duele el canto, me duele la azotea, es raro que haya gente riendo y cantando y comiendo y tomando cafés en cafeterías y más raro aún que tengan cuarenta años y sigan juntos, en la misma mesa.
A lo mejor se acaban de conocer. No lo sé. No lo tengo claro. A lo mejor son amantes, y los conyuges están en casa, pensando que el otro está en el curro, o en el gimnasio. Pero no puede ser, porque no hablan nada, sólo están sentados, a la mesa, tomando mahou (aquí, en madrid, en los barrios sin un puto duro, todo el mundo toma mahou). Una ella tomaba algo que parecía martini. Ecos.
Luego volví, ya digo, y la calle estaba asfaltada y acerada. Jeje. Estaba llena de gente, es verano, la gente sale a la calle, tiene esas cosas en verano. Estaban todos muertos, apestaban. No quiero decir con ello que yo esté vivo, no tiene nada que ver. Ellos estaban muertos y punto. Seguí a uno hasta el portal de su casa. Lo perdí allí, no quería entrar en su salón, hubiera llamado la atención. Apestan, apestamos. Quizá sea esa la fiesta, el hedor compartido, el hedor que nos une, estamos podridos. Una vez me sentí limpio, sólo una vez, y aún así no dejé de sentirme mal por muchos otros motivos.
Ese es un concepto que percibo claro y distinto.
Con sus podredumbres había niños en ciclomotores y otros niños aún más niños con pelotas en los parques, o subidos en los columpios. No voy a dormir, esto es esclarecedor. Todo apesta, y el hedor es la misma vida. Fascinante. El estudio del hedor debería ser asignatura obligada en los institutos de secundaria, o eso. Había gente en el todo a cien, había mucha gente. Y no sé qué miraban. No sé qué coño estaban haciendo. No tengo ni idea. Voy a limpiar las setas, los champiñones, y me voy a hacer un revuelto. Qué cosas.
Si yo pudiera saber escribir esto dejaría de currar. En realidad ya sabes
que soy capaz de intentar dejar otras cosas que matan el curro. Que amo.
Cómo un raro a mi manera. Esto si. Lo demás, lo anterior, tenía el exceso de
la autocomplacencia y la necesidad de dejar el ombligismo. Esto si, amigo.
Huele a calle. Sabe a historias, a contar, a ver, a caer, a vivir… y de
verdad. Lo anterior también era cierto, claro. Pero dejame disfrutar releer
tu media ironía y tu bondad a hostias con el idioma. Gracias. Hoy me has
hecho disfrutar. Besos.
No me lo creo yo que descubri esto por casualidad, y ahora no puedo dejar de mirar ni un solo día. Me invade
la decepcion cuando veo que nadie ha escrito(y en especial tú, el mas grande, por que tu si que vales). Eso
si, el dia que escribes y consigo entenderlo, como minimo me voy feliz a dormir.Gracias
Lo siento por Anticuario, y él me entenderá, más o menos, el más grande siempre será, por los siglos de los siglos, el Maestro Marcial Lalanda, o como poco el Maestro Antonio Chenel «Antoñete». Anticuario tiene mucho arte, pero hay un arte que…
Eso es lo que llamo la inmundicia del hombre.