Vete a saber por qué motivo viven los demás, o tú mismo. Me he levantado feliz como una perdiz, me he hecho un café portugués que es como una coz en el estómago y me he metido corriendo en la ducha. Era tarde. Más o menos como siempre. Ayer estuve componiendo la primera canción del reto este, tomando algo de cerveza, fumando mucho, escribiendo poemas cuando me hartaba de intentar encajar algo digerible en la música, pensando en si imponerme el reto o no, en si significaba algo o nada, en si me iba a evitar estancarme en una patada perfecta que nunca acaba de llegar.
Y vete tú a saber por qué motivo viven los demás, si están felices habitualmente, o si sólo lo están cuando no están solos, cuando no se quedan con ellos mismos, se miran cara a cara, encienden un cigarrito y dicen «¿y ahora qué?». Y entonces se lanzan al bullicio frenético.
Creo que si tuviéramos las cosas claras no habría tanta febril actividad. Estaríamos más quietos. Pero cuando el del ático pregunta es mejor estar haciendo algo, supongo.
Me he encontrado con un amigo en la parada del bus, hace tiempo que no le veía. Se ha comprado con su novia una casa a medio minuto de la mía. María está en Málaga con un alemán. Torio vive por ahí lejos, con su novia. Vete a saber por qué enciende la barbacoa los sábados, o qué le echa al fuego para que prenda bien. Iban a Aki, a mirar azulejos. Bueno, no es tan malo. ¿Algo de melancolía? No, no en principio. Ellos iban a mirar baldosas, yo ya iré, en su momento. Ella era callada. Cuando a él le empezó a sonar el móvil y se enfrascó en una conversación, se hizo el vacío y ella y yo miramos el aire. Parecía ser sumamente interesante.
Por levantarme tan tarde y salir de casa medio dormido, me llevé el abrigo de invierno. Hacía un calor espantoso. Un verano bacilón, aún adolescente, haciéndose el gallito. Bien me reí de él cuando salí del curro y un fresquito estremecedor me recorrió el cuello. Verano principiante.
Mucho curro. No paré. El tiempo se comprime cuando te ocupas bien. Desde hace una semana tengo la sensación de que mi jornada laboral es de media hora, más o menos. No me entero de nada. Mañana ya viernes. Al mismo tiempo el hecho de evitar pensar, durante el trabajo, en algo que no sea el trabajo mismo me hace estar mejor engrasado después. Más rápido. Se comprimen las horas desde las 14 a las 22. Se comprimen y liberan a las demás. Excepto cuando duermo. Esa es la compresión absoluta.
Vi a Juan. Saliendo de un coche, trajeado. Juan es el del panda del instituto, ya lo dije por ahí. No voy a buscarlo ahora. Hay días de coincidencias tremendas que te dejan sin aliento. Preguntándote si es verdad que esta todo tan bien tramado como parece. Días fértiles, supongo, en los que te suceden cosas que en la medianía de los demás no ocurren.
No sé dónde voy, pero empieza a interesarme el tema.
Si que es verdad, noto en lo q escribes que algo va cambiando y eso es el tiempo, que hace que tevuelvas cada dia distinto aunque creas que te embarga la monotonia.
Q pasa chaval, como va esa vida espero q todo te vaya bien, hacia tiempo que no sabia, leia nada tuyo, yame han contado que todo cambia, hasta en el curro, aunque tu sigas teniendo cosas que hacer. En cuanto el cantante de zentuario apruebe lo suyo, habra que quedar a celebrarlo, n0?
sAlUdOs.
Los demás… Los demás somos parecidos pero distintos. No somos exactamente iguales, y en ese pequeño matiz se esconden muchas cosas, es posible que claves.
Si te hablo en clave personal, para mí la felicidad no es algo intenso, sino la serenidad, la calma, el respirar. Y me gusta estar conmigo, en silencio a veces, incluso sin actividad, pensando en mis cosas. No necesito una actividad tremenda para olvidarme de mí y de lo que soy. Paso muchas horas en silencio, aunque me ha costado mi tiempo poder hacerlo. El ruido, ensordecedor a veces, sirve para olvidarse de uno mismo y de los fantasmas. Y yo tuve que enfrentarme directamente a los fantasmas porque no me quedaba otra opción. Y resulta que los fantasmas no eran tan fieros como me los pintaba antes de enfrentarme a ellos. Es posible que para otras personas la felicidad sea otra cosa, más intensa.
Particularmente, imponerme retos obligatorios no me hace feliz, aunque es posible que a otros sí, o no, o lo hagan por otras causas que a mí se me escapan. Por eso te pregunté.
Saludos desde el norte con sol.