A veces estar
en medio de ninguna parte
era la gran baza.
Respirar colillas y beber
té de la taza, o cerveza
y almax con donetes.
A veces te das cuenta
de que a veces
es una suerte.
No hay miedo. No hay
lugar por donde flanquearte.
A veces, o casi siempre,
escrutando el atardecer
y rompiendo el aire a
cabezazos,
te descubres mirándote
en el horizonte,
agradecido.