«El nacimiento a los seres existentes les viene de aquello en lo que convierten al perecer, «según la necesidad, pues se pagan mutua pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo», como Anaximandro dice en términos un tanto poéticos.»
Simplicio, en Kirk-Raven.
«Allí donde está la génesis de las cosas que existen, allí mismo tienen estas que destruirse por necesidad. Pues ellas tienen que cumplir mutuamente expiación y penitencia por su injusticia conforme al orden del tiempo.»
Paniker, cita en «Filosofía y Mística»
Muchas traducciones ha tenido esta frase, el texto filosófico más antiguo que se conoce, según Paniker. No tengo ni idea, a mí me comió la cabeza desde la primera vez que lo leí, que debió ser hace unos doscientos mil años, más o menos, a la espera de la prueba del carbono-14.
Expiación y penitencia por su injusticia… Anaximandro debió ser un buen tostón, pero de conversación siempre interesante. Es un decir.
Caos, entropía, finitud… Procedemos del «ápeiron», una especie de substancia (sin ser substancia) indefinible, una especie de materia primordial inmortal, indestructible. Algo, alguna característica de esta materia, se empeña en producir las cosas que existen, pero esa misma existencia es una injusticia conforme al orden del tiempo, porque (supongamos) lo que existe existe siempre y lo que no existe no existirá nunca. Una malformación produce lo existente por los pelos (e.d. de forma imperfecta, porque algún día desaparecerá), que precisamente existe por los pelos por apropiarse indebidamente de la existencia. Menudo mal rollo. Un error (y ahí, a fecha de hoy, estamos todos de acuerdo, si no un error sí un azar) provoca existencias indebidas que vagan por el mundo (otra existencia indebida) mientras su propio carácter injusto (o caótico, o entrópico) les mina poco a poco hasta hacerles retornar a la materia indefinible inicial.
¿El big-bang, se pregunta uno?, la gran ostia de la informidad inicial. La velocidad producida por el estallido impulsa retazos de materia, que vuelan, giran unos sobre otros, se pegan ostias, se «asocian». Producen cosas. La gravedad. La luz (cuando una ostia particular liberó los fotones, mientras tanto nada, ni tan siquiera obscuridad). Dando vueltas unos pedazos sobre otros expelidos por la violencia de la primera ostia.
Nuestra injusticia se cumple y la palmamos, nos comen los gusanos, pasamos a formar parte (brevemente) de sus organismos, después nitratos, probablemente, vueltas y vueltas, una col, una lechuga, una vaca o una neurona de Einstein. El mundo sigue así con su propia injusticia, girando alrededor del sol hasta que se le inflen los cojones (cuando se agote el hidrógeno) y reviente tragándose La Tierra (entre otros protagonistas estelares de excepción) hasta quedar convertido en una enana roja, luego una enana parda. Y el sistema solar seguirá pagando la injusticia hasta que, vencido, se convierta en una patrulla de cometas, o en pura energía, según el caso. Y la Vía Lactea seguirá pagando su propia injusticia hasta que reviente contra otra galaxia, o hasta que también se agote (entropía de los sistemas cerrados…) y el Universo seguirá pagando su propia injusticia hasta que se acabe la propulsión de la ostia inicial, lease Big-Bang, y las fuerzas gravitatorias tiendan a concentrarlo todo en un solo punto, otro punto inicial… O no, algunos aseguran que nos expandiremos siempre (negando quizá la fuerza de la materia oscura, o qué sé yo), formando un universo cada vez más extenso y más vacío…
Ápeiron… para mí la substancia primordial es la Nada, que padece ínfulas de grandeza y quiere ser algo… pero no puede. No tiene la fuerza para hacer eterno algo que no es. Y genera la pseudo-existencia (pseudo sólo desde ese punto de vista) de lo finito.
Visto así, no es de extrañar que todo lo que hacemos, lo que construimos, tenga un tiempo propio de existencia. Es la injusticia de una injusticia conforme al orden del tiempo (que es la Nada…). Las relaciones (y me temo que ahí es donde voy), son más de lo mismo. Injusticias conforme al orden del tiempo, que expían y hacen penitencia mediante su carácter inevitablemente finito.