No sé cuándo compuse esta canción, si fue el viernes por la mañana, o el sábado. Me decanto más por el sábado, porque estaba borracho, llorando, pensando en todos los que quiero. Pensando en todos ellos, en todo lo estúpido que parece todo cuando se mete la muerte de por medio. «¿Por qué no vas a ver más a tus padres, a tu hermana, a todos ellos?» Por qué, pregunto. Todo me parecía estúpido, cada aporía, cada dificultad (y no digamos el tema de lore, ella se puede morir mañana, yo me puedo morir mañana, y entonces qué).
Me ha dado cierta vergüenza meterla hasta ahora, de hecho no se la he enseñado aún a nadie. Pero si lo pienso bien, y mando a tomar por culo todas las estupideces, es lo único que tengo. Lo siento, lo siento por todos. Esto es lo único que puedo hacer. Cada cual lo que tenga.
No tengo nada más.
Sentado en el borde de Madrid me escurro,
no puedo ver con claridad, es confuso.
Quién pudiera retorcer el brazo exacto del reloj,
volver atrás tanta estupidez, tanto absurdo…
Y aunque no estoy ahí voy recogiendo pedazos de Madrid,
caras sin nombre aún, palabras sin voz ya.
Y aunque no estoy ahí lo estoy, y aunque no estés ahí lo estás,
y aunque no estoy ahí lo estaré
con mis manos.
No tengo nada más.
Sentado en el borde de Madrid me escurro,
todo gira a otro compás, todo llora.
No me van a hacer odiar, bastante asqueroso es todo ya.
No me van a hacer cambiar,
no tengo nada más.
Y aunque no estoy ahí voy recogiendo pedazos de Madrid,
caras sin nombre aún, palabras sin voz ya.
Y aunque no estoy ahí lo estoy, y aunque no estés ahí lo estás,
y aunque no estoy ahí lo estaré
con mis manos.
No tengo nada más.
Y voy pensando en cada adiós que no llegó a darse jamás,
en cada beso que no va a besar,
en cada sonrisa que no va a brillar.