Me pregunto si Clyde habrá tenido siquiera una oportunidad de ver a los fracasados, a los vagabundos andrajosos que compran los productos Paraíso y, al parecer, subsisten a base de ellos. Entre los otros vendedores (itinerantes achacosos y enfermos, que se llaman más o menos Camarada, Viejo, Tío, Campeón y As) y mis clientes, estoy, al parecer atrapado en un limbo de almas perdidas. Sin embargo, el simple hecho de que hayan alcanzado estrepitosos fracasos en nuestros siglo, les da una cierta calidad espiritual. En realidad, pueden ser (esas andrajosas ruinas) los santos de nuestra época: Viejos negros maravillosamente machacados de tostados ojos; vagabundos tronados venidos de los páramos de Texas y de Oklahoma; campesinos arruinados que buscan refugio en pensiones urbanas infestadas de roedores.
John Kennedy Toole. La conjura de los necios.
Cursiva mía.