Tomé la decisión de acabar rápido con aquello.
Silencié un exabrupto
me comí un par de silabas
levante el cobre
lo giré
lo retorcí
creo que llamé a las cosas por su nombre,
me parece recordar algo así,
creo que dije que algo era
como afeitar el cielo y llenar
el lavabo de bolas de algodón de nube…
pero no sé a qué me refería exactamente.
Intentaba acabar con aquello,
examinar lentamente el fuego
a la luz del fuego,
reventar el momento, domeñarlo
(ni se os ocurra pensar que los
momentos suceden solos, sin ayuda…).
Ni se os ocurra pensar que
todo es como sucede,
debajo, muy por debajo,
donde las relaciones y las casualidades
se tejen,
donde hay nubes en lavabos
y las caras tienen caras y
dibujan
lentas historias que se rumian
y se digieren después, cuando
se pone en movimiento la historia;
ahí, tan dentro, tan abajo,
es donde es posible meter un
soplo
para rarificar el aire,
especiar el momento,
sublimar (puto pedante)
las
cosas
hasta
hacerlas
parecer
fuerza.
Así que agarré el cobre,
me senté cómodamente en medio,
abrí un corazón de lata
que parecía estar compuesto
enteramente de lata,
metí mi cabeza en las orejeras del
segundo exacto en el que las cosas
suceden
tomé aire
y salí expelido…