Claro, dice que «el desorden total del universo no disminuye nunca», entendiendo por universo un sistema cerrado. Un sistema cerrado no siempre es cuestión de acotación, como por ejemplo: el sistema solar. Podemos acotar ahí, pero resulta que el sistema solar está y estará relacionado con todo lo que le rodea constituyendo un posible sistema cerrado nuevo.
El desorden total del universo no disminuye nunca. La entropía, científicamente, es la cantidad de desorden generado en un proceso termodinámico dado, filosóficamente puede ser algo así como que todo sístema dado tiende a disgregarse, poéticamente se puede glosar que todos tenemos dentro la semilla de nuestra propia destrucción, y en el día a día puede ser algo así como que todo está encaminado a joderse tarde o temprano, como rubricaría el mismísimo Murphy.
Es básicamente curiosa la formulación. Habitualmente en la formulación se da una porción de información que suele pasar desapercibida. Si bien en el primer principio de la termodinámica se nos dice que la energía ni se crea y se destruye, sólo se transforma, en el segundo, sin embargo, se nos dice que el desorden no disminuye nunca.
Qué zorros. Qué listos. Si no aumentara lo hubieran incluido en la fórmula, como en el primer principio. Podría ser que el desorden no disminuyese pero tampoco se incrementase, pero de hecho no se formula así. Aunque no hablen explícitamente de ello podemos colegir que el desorden aumenta.
El desorden aumenta. Está aumentando.
¿Y quién no lo ha visto nunca, quién puede decir eso?
He vuelto después de montar 24 km en bici y me he encontrado en el cool, sudado y eufórico. El beso que tú me estás dando se está transformando en el ténue contacto que recibo, en la sensación térmica de calor humano que inunda mi cuerpo. Y ya no volverá nunca, tu beso ha desaparecido entre el calor y el tacto. Energéticamente sigue existiendo de otros modos, entrópicamente no volverá jamás.
Porque intentar que vuelva es ir contra la segunda ley de la termodinámica. Intentar que el desorden se ordene y vuelva a ser lo que fue es luchar de un modo que no guarda ningún lejano parecido con el éxito. Para un perdedor como yo el intento puede ser una posición moral, pero desposeída de victoria. Puede ser que el intento merezca tanto la pena que se siga intentando, pero sabiendo que jamás volveremos a casa con el pecho hinchado trayendo la vida de nuevo de vuelta.
Te miro y te guardo en la retina y en la memoria como toda esa colección de cosas que sucedieron en un momento dado y no volverán jamás. Llámame idiota, si quieres, pero a mí me gusta no pasar página y rememorar lo sido como un intento inútil y pervertido de que lo que es no deje de ser nunca. Aunque sepa con certeza que lo sido no volverá a ser jamás.
Me miras y sonríes y pides una cerveza, y yo veo cómo le quitan la chapa, y cómo le pegas el primer trago, y lo hago con la sensación de un anticuario que registra lo que sucede y lo aduna, como un historiador que prepara sus notas para rememorar lo que fue. Te vas al baño y me gustaría meter mi polla allí en este orgiástico destrozarlo todo para seguir destrozando y obtener el placer a cambio, pero es pronto y es temprano y aún no están las cosas situadas en el punto del observador. Aún nada es necesario, habrá que esperar, ir preparando el terreno, hacer trabajo de campo.
Después, cuando sea el tiempo correcto, volaré hacia tus brazos como una cigüeña en una de sus migraciones imposibles. Porque uno no se puede mantener al margen, porque el mismo tiempo es entropía y lo modifica todo, porque lo que no está formulado porque se da por hecho es que: el desorden total del universo no disminuye nunca en el tiempo.
Los tiempos correctos.
Si el tiempo se detuviera la entropía se estancaría, pero el tiempo no se va a detener nunca porque no es sino espacio-tiempo, ese continuo, y el espacio no puede desaparecer y obliterarse por una esquina, que sería el único modo de parar los engranajes, relatividad general dixit.
Espero a que tengas el suficiente alcohol encima como para sentirte eufórica y entonces es cuando el beso, aquel beso que termodinámicamente tiene varias ramificaciones, energéticamente de forma paulatina se convierte en otras cosas y entrópicamente desaparece.
Viajar hacia atrás en el tiempo va en contra de la segunda ley. Sería transformar un universo con su entropía en otro con menos entropía. La flecha del tiempo de Hawkins no es un puto capricho. Por tanto, de algo que es inaccesible bien se puede decir que desaparece. Que se esfuma. Que jamás podrás darme de nuevo ese beso.
Ni este.
Ni este otro.
Vamos hacia mi casa con la fuerza del alcohol y la extrañeza del salirnos de nosotros y la perentoriedad de estar viviendo algo único, como si el resto del tiempo no lo hiciéramos. Y la propia entropía (en el sentido laxo de desorden) de mi casa te parece curiosa porque es el tiempo correcto y estás lo suficiéntemente borracha para ello. Y mientras nos duchamos pongo el contador a cero y me la empieza a sudar la termodinámica, y te paso el jabón y se te escapa un pedo y nos reímos a costa de nosotros mismos. Y me besas con todas tus fuerzas y me resulta desagradable porque aunque los geles han reseteado tu sudor no han hecho nada con tu boca, que sigue apestando a cerveza y tabaco, y eso enmarcado en los olores frutales de los jabones destaca como un cuadrado negro en el cubo de rubik. Llama la atención. Y cuando el olor de tu pedo cobra fuerza es casi insoportable en la sinfonía olfativa de colores alegres pero lo dejo pasar, simple y llanamente, porque quiero follarte.
Al fin y al cabo, yo ronco.
Aún no lo sabes, pero lo vas a descubrir. Tiempo al tiempo. Entropía a la entropía.
Y mientras nos vamos a la cama sin secarnos y abrazados me sigues besando y me da igual, y te muerdo un pezón, y te aferro la cintura, y me das un beso en el cuello, y abrazados esquivamos la tabla de la cocina, y nos separamos para que yo coja un litro de la nevera, y cuando llego a la cama me estás esperando, y me cojo un segundo para dejar la cerveza en la mesilla.
Mirarte.
Hacer una foto de eso.
Y lanzarme a la cama contra ti y contra todo y por ti y por todo.
Y tus labios son extremadamente carnosos. Y sensibles. Y entre gemido y gemido sueltas de cuando en cuando un «joder, Dios», «joder, Jesús».
Y mientras sigo degustando el néctar de dioses de tu coño pienso que Jesús no se ha sacrificado por nada, porque no existió, no del modo en el que le historiamos, joder. Sigo besando. En un sistema cerrado todo tiende al desorden. Encuentro el clítoris y me pongo a ignorarlo selectivamente, lo cojo y lo dejo, lo encuentro lo guardo y lo olvido. Que todo tienda al desorden no quiere decir que TODO EL SISTEMA se esté desordenando. Puede ser que un elemento del sistema se desordene de tal modo que lo demás pueda ordenarse, mientras se mantenga el hecho de que sea mayor el desorden generado que el orden, o al menos igual. Tienes un pendiente en el ombligo, y me lo guardo en la boca para que no te lo roben. En nuestro sistema solar el Sol es el que genera la mayor entropía, trajinando con el hidrógeno y convirtiéndolo en helio, avanzando entrópicamente. Vuelvo a encontrar el clítoris y me dedico a él. Por eso los invertebrados y los peces y los anfibios y los mamíferos, y un orden que crece, individuos cada vez más complejos y ordenados, el sol está compensando nuestros excesos, nuestra verdadera injusticia conforme al orden del tiempo (Anaximandro). Gritas «oh, Dios, oh, joder, oh, Jesús» y comprendo que el sol es el verdadero Jesucristo, el único y el inigualable. Entonces subo y entro con la polla en ese lugar en el que me diluyo y existo al mismo tiempo que no lo hago. Sudo. Sudas. Pasa el tiempo y hemos acabado. Será imposible recuperar esto.
Ahora duermes en mi cama, en la que durmieron todas las que durmieron y no lo harán nunca más, incluso aunque volvieran a hacerlo. Yo me voy al salón, porque ronco y quiero darte tiempo a dormirte profundamente antes de replegarme a tu lado.
Y me doy cuenta de que el sol es el verdadero Jesucristo, el que se está quemando por nosotros todo el tiempo de tal modo que puede mantener nuestro orden, el que genera la entropía suficiente como para que nosotros como bichos vivos nos vayamos organizando. El sol, matándose, nos da la vida.
A ver quién coño está sacrificándose por nosotros, salvaguardando la segunda ley de la termodinámica.
Enciendo un cigarro y miro por la ventana. La luna es el reflejo de la luz del sol. Le tiendo un brindis con la cerveza que aún queda.
Vuelvo a la cama, te agarro una teta como si fuera la misma razón de la existencia, te doy un beso en la nuca. Agarro tu teta porque, mientras lo haga, no habrá entropía que pueda dinamitar este momento. Dejemos, por unos instantes, que tu teta sea lo único que exista.
Lo único que merece la pena aferrar.