Era fácil seguir sentado en el sillín de la bici mientras mis músculos se deshacían alrededor. Era fácil seguir mirando a la gente pasear bajo el último sol de la tarde como si nada estuviera en peligro. Pedaleé los últimos metros, abrí el portal, golpeé el manillar contra todas las paredes del pasillo de puro agotamiento, conseguí abrir la puerta de casa. Me metí en la ducha y el agua se deslizó por mi piel como unas sábanas suaves en una luna de miel. Que nadie pregunte por la novia, joder.
Me arrastré hasta aquí, escribí esto. El mundo está salvado. Tengo la pantalla girada para que no lo vea la bici. Creo que se comunican entre ellas, que todo es parte de un plan para debilitarnos. Cuando me levanto a por más agua con azúcar siento que me mira con un poco de diversión… y con una enorme e imparable oleada de odio eterno.
Corred la voz. Pero bajito. Que no nos oigan.