He conseguido llegar hasta aquí. Muchas gracias a los que me echaron una mano. Muchos lo siento a los que me pusieron un pie. Y besos y abrazos para todos.
Lo jodido de la gente, en general, es que dan las cosas por hecho. Piensan que se lo merecen todo, y que por eso tienen derecho a todo. Nada más cierto, no mereces nada. Cada cosa que te llega es un regalo, y como tal tienes que verlo.
Llevo diez años viviendo solo (más bien pagando el alquiler solo, porque solo no he estado nunca, y a veces hubiera querido estar más solo -porque soy muy lento, y necesito meditar demasiado- ), diez años siendo el único garante de las cosas que me suceden o no me suceden, y doy gracias por cada uno de los días, todos ellos trajeron algo que antes no tenía.
Lo jodido de la gente, en general, es que se compone por una multitud de personas habitualmente malcriadas. NO tienen ni puta idea de lo que tienen delante, no saben verlo: y se aburren, se vacían, son la única causa de su propia obsolescencia. Multiplican la entropía y la hacen suya.
Hoy estoy aquí, con mi síndrome de Peter Pan, a punto de irme a un parque con un colega, una guitarra, un cajón flamenco, un montón de canciones y las suficientes cervezas.
¿Cómo no vas a agradecer eso?, ¿que todavía exista eso?
El 90 por ciento de la gente que inspecciono son cáscaras vacías. No pueden comprender lo que es morir y matarse tocando una canción, y vivir y vivirse y vivirlo todo. Todo al mismo tiempo. Gente malcriada que desperdicia su tiempo en tele y rutinas y no dejar ni un hueco para que una nota suene discordante y se den cuenta de que algo está tremendamente mal. De que algo no está en su sitio. Gente que compagina no hacer nada con sentir que tiene derecho a todo.
Ese es el cáncer de la humanidad (y, sin ánimo de abundar hoy, de occidente especial y casi precisamente).
Este es un día maravilloso.
Lo huelo.
Huele.
Lo siento.
Todo está por dar, así que hay que darlo todo.
Máñana, afónico, recordaré por dónde fueron las cosas y volveré a estar agradecido.
Porque no tenemos derecho a nada. Y somos culpables de todo.
Porque hacemos lo que nos pasa.
Porque construimos las verdades que nos miran, nos entienden, y nos sobrepasan.
Aprender eso es colocarse en situación de poder verlo todo.
Y entender que, aunque la derrota es el único y definitivo fin, hay muchas habitaciones entre tanto.