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el viaje a la locura siempre es íntimo, y si no ni viaje ni locura

Y llegué a casa pedo perdido, llorando por las esquinas ahí donde había esquinas donde llorar, porque así es como se supone que deben dirimirse estas cosas, así es como me siento vivo y no me jodas con tus mierdas que las mías son igualmente jodidas pero YO NO TE DIGO NADA SOBRE ESO, y todo ello supone un respeto que no alcanzarás ni aunque vivas cien vidas y cien veces en cada uno de tus supongo asquerosos y vacíos días me pidas permiso. Y pedó perdido no cojí el coche y pedo perdido me arrastré hasta la puerta de mi casa y pedo perdido me pregunté dónde estaba yo en medio de todo este camino. No es relevante preguntarle nadas al olvido. Y pedo perdido abrí la puerta del portal, y la de casa, y me senté aquí que es donde debería estar la mayor parte del tiempo y me tomé un tiempo y me senté al fresco de este tiempo extraño con la ventana abierta y me dije: Eh, tú. Sí, tú. Qué tal.

Dónde te habías metido.

—pieza de este engranaje que no deja de engranar—

Eh, tío, no me jodas. Estuve haciéndolo todo por ti. Curré lo que pude para asegurarte un sueldo. No me jodas ahora con que no he cogido lo suficiente la guitarra, con que no he escrito lo que tú querías. Estaba allí metido, viendo pasar las horas. Estaba bien jodido, lo sabes. Tan bien jodido que no pude hacer todas esas cosas que ahora me recriminas.

El coche suena, se está rompiendo. Lo sé, y me destroza. Me revienta.

No estuve lejos, sólo a unas vacaciones de distancia.

Lo sabes.

Bien que lo sabes.

No sé si te perdono, tú.

No sé si yo podría hacerlo.

Estuve haciendo la comida, limpiando el baño, fregando el parquet.

Estuve donde tú no querías estar.

No me jodas.

Sólo son unas vacaciones, y sólo por eso no puedes echarme nada en cara.

Puedo.

Pero no debes.

Porque todo esto lo hice por ti.

Qué triste, amigo.

Llegará un día en el que seremos lo que somos. Pero eso no será hoy.

Hoy estamos borrachos.

Es lo que hay, es lo que queda. Es el camino más directo para buscarse en lo que no se da.

Joder. Joder.

Ahí queda.

Lo siento, siempre te he querido.

Yo tampoco. Yo también.

Te he echado de menos. No te vayas nunca.

Lo haré. Y así es, porque está escrito.

Joder.

La ventana abierta, el silencio de la calle, el abrigo del olvido, el corazón del alma que no está en ningún sitio, el pequeño lucero de un brillo esquinado obliterado dentro del ombligo. El dolor en la boca del estómago, la dilatación del esfínter, el pequeño dedo anular mirando un cielo imposible mientras recuenta las bajas. Los besos que no di frente a los que sigo sin dar, las gracias que no di frente a las que sigo sin dar, el daño circular de dejarme a un lado mientras todo lo hago para no terminar debajo de un puente, abrasado, viendo el pasado llegar y el futuro alejarse hacia ninguna parte… Todo eso es lo que somos, amigo.

Lo hago por ti. Nos vemos pronto.

El año que viene, el año que vendrá.

—o nunca más—

O nunca más.

O nunca más.

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