La vida es fácil para los incautos. La ignorancia es atrevida, y esas cosas.
Después, se da un paso. Un paso extraño. Uno mira un poco más allá.
Y la vida comienza a ser tremendamente complicada.
Es complicada, has guardado en un cajón los 18, 19, 20, y en un momento dado todo se complica. No sabes muy bien por qué. No. No lo sabes.
Sé que soy el único tipo que no tira las fotos con flash. Sé que soy el único tipo que detesta el flash a medio kilómetro a la redonda. Y estoy orgulloso. Tirarán fotos buenas. Pero no tan buenas como las mías.
Después, a los treinta y tantos más o menos, todo se vuelve más sencillo.
Me acerco y los tipos y las tipas con cámaras guenas del carajo se preguntan qué coño voy a fotografiar sin flash. No han comprendido nada.
O yo no he comprendido nada.
Es cuestión de gustos.
La vejiga me revienta y tomo posesión de un trozo de campo.
Allí estás, meando. Con los pantalones en las rodillas, acuclillada. Yo tengo el pedazo de carne en la mano. Saludas. Saludo. Te levantas y te subes el pantalón. Yo lo meto dentro. Cuando termino.
Hola.
Hola.
¿Qué tal las fotos?
Te las enseño.
Son bonitas. ¿Puedes hacerme una?
No.
¿Por qué?
Por la luz.
Tira de flash.
Detesto el flash.
Ah.
Lo siento.
Nada.
Cuando haya más luz.
Ok. Nos vemos luego.
Ok.
Me emociono. Cojo las llaves del coche. Arranco. La noche es para los ilusos, para los borrachos. Yo no soy ambas cosas, no todavía. Llego al barrio y pillo al chino.
«Se que son más tarde de las diez, pero… ¿me vendes un par de litros?»
Sí.
Qué descanso. Sí.
Es fácil sentirse bien cuando tengo tu teléfono en la palma de la mano.
Esperando el momento en el que haya más luz. Suena a profecía.
Lo dejaste ahí, como un regalo. Como un por venir.
Y es precioso.
Es perfecto, creo.
Pero…
pero…
no te voy a llamar. No lo haré jamás.
¿Dónde estabas cuando me estaba muriendo, cuando estaba tan solo que deseaba reventarme contra el grifo de la ducha? ¿Dónde estabas entonces, cuando lo único que quería era terminar de una puta vez y no dejar restos?
Ahora es tarde.
Se agradece.
Pero llega tarde. Llega cuando no importa. Llega cuando no hace falta. Llega cuando no hay nada que hacer.
Desde aquí, lo siento.
Estoy vivo de milagro. Y desde luego no es por ti.
No es culpa tuya.
Ni mía.