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manos y vida y escondite

Iba conduciendo por Sunset, ya de noche, cuando me detuve en un semáforo y vi en una parada de autobús a aquella pelirroja teñida, de cara ajada y brutal, empolvada, pintada, que decía: «esto es lo que nos hace la vida».

Charles Bukowski, Porquería de mundo. Música de cañerías.

La época de cambios se avecina. No por nada en concreto, sino por todo en particular. Cambio de planes que me ha dejado la tarde libre. El aire huele diametralmente diferente. Ni siquiera parece aire.

Hablé con G, estuvimos charlando en el parque en el que Canta se casó hace algún tiempo. El mismo parque, todo lo demás diferente, extraño, extrañamente ajeno, como si me hubiera ido y hubieran construido rascacielos encima. Pero no lo han hecho, todo sigue igual. Parece que el proyecto con G. va tomando forma, me lo comenta mientras vemos comer a los patos y el techo leve de hojas es mecido por la brisa. Todos los proyectos parece que van tomando forma. Quenosvamosdeboda.com va cogiendo color. El tema de Víctor va de viento en popa. Está lo del «serial killer», que bulle de ideas. Y más cosas de las que no debería hablar aún. De hecho, ya he hablado de más.

Es… al menos algo raro para un tipo acostumbrado a perder.

Claro que, en la definición habitual, ganar es algo más vinculado a los resultados que al puro proceso.

No culpo al mundo. No conscientemente. Los ganadores quedan especialmente bien en las fotos. Uno es un tipo gordo y con pelos de señora que no queda bien en ninguna parte. Cómo competir.

Un resultado positivo y favorable es lo más cercano a comer regularmente. Y caliente.

Pero… ¿y todo lo que se aprende en el proceso, aunque al final se pierda?

Eso no se contabiliza en bocadillos, lamentablemente.

La victoria es un asunto sobrevalorado, ya lo sabéis. Yo simplemente voy añadiendo matices. Puntualizando la explicación. Reafirmándome completando. La victoria es una consecuencia fortuita excesivamente ponderada.

¿Cuánto de La cosa muta hay en quenosvamosdeboda, y cuánto de quemecasoentrujillo? No podría definirlo. Para eso no soy el tipo. No contabilizo.

No soy ese tipo de tipo. Yo voy haciendo cosas. Voy disfrutándolas o no. Unas retroalimentan a las demás, las demás a todas. Después le sacas una sonrisa a alguien porque le das más o menos lo que necesita. Y la sensación es grande.

De otro modo: hacer algo con tus propias manos.

De otro modo: hacer algo casero. Lo bueno no puede competir con lo casero. Lo casero es mucho más cercano.

Se toma menos distancia del esfuerzo.


De fondo.

Aún a veces me pregunto qué manos estarás tocando con tus manos. Y me lo pregunto porque tus manos fueron la victoria durante mucho tiempo. Después no fueron suficiente. Después no fueron nada. Y así, de ese modo, se extinguió lo que nos había retenido juntos durante unos años. Al final, entramos en barrena, en caída libre. Pero esas manos siguen siendo tus manos. Y de algún modo, en algún retorcido sitio o en algún poro invisible, siguen siendo nuestras manos. Quizá incluso es posible que haya una escama mía contumaz en alguna parte de tu piel. Aunque la disolución sea tan enorme que mi porcentaje de existencia en tu cuerpo sea igual a cero. Redondeando, claro.

La victoria dejó de serlo cuando olvidamos las derrotas que la habían construído. Quiero sacarle una foto a esa frase, pero no soy capaz. Esa frase es, de algún modo, el quid. Más pedante y petulante: es la quiddidad misma.

Tus manos fueron preciosas mientras fueron una consecuencia de. El antecedente se cubrió de niebla, y las manos perdieron el sentido. Eran sólo manos. Y de repente. Y para siempre. Y cómo lidiar con eso.

Esas manos que ahora ponen lavadoras, pelan pipas, enchufan el ipod y le dan al play. Esas manos que arrancan el coche y cogen la palanca de cambios para meter primera. Esas manos que ajustan el elástico de la braga para que no quede retorcido al salir de la ducha por las mañanas.

Ese tipo de manos.

Esas manos me pasaban litros en Malasaña, me acariciaban el pelo, abrían la puerta de casa. Esas manos ahora tan ajenas, como si me hubiera ido y hubieran construido rascacielos encima. Pero no lo han hecho, todo sigue igual. Siguen siendo manos.

Si sabes algo, sabes de lo que estoy hablando.

De otro modo tu vida no ha merecido la pena. Parece radical, pero te juro que es sensato.

Los proyectos van y vienen, y ahora la importancia de tus manos ha mutado en otras cosas y recobrado formas que ya no recordaba y adoptado nuevas que jamás conocí. La vida guarda celosamente un secreto, y es que jamás vas a ser capaz de apresarla.

Cuando todo parece terminado, otra cosa comienza. La vida juega al escondite y te enseña un brazo cuando estás a punto de aburrirte. Cuando estás a punto de tirar la toalla, de meter los ojos para dentro.

Pese a todo, algo de lo que siempre fue siempre permanece. Imprimado en la retina, presupongo. Como si la retina se fuera llenando de impurezas (en lo tocante a la visión) o purezas (en lo que respecta a la experiencia).

Tengo millones de recuerdos que a veces me hacen aullar de dolor y otras amar como un bestia.

Y esa es la definición más precisa que he conseguido hacerme de la vida.

De hecho
es la única que he conseguido ver a ratos.

2 comentarios

  1. oye, me parece sublime esto que has escrito.

    No sabes lo identificado que me llego a sentir con ciertas reflexiones que haces, y lo dificil que es expresarlas y escribir con la naturalidad con la que lo haces. Tienes frases que pesan, que serian eternas si te llamases Bukowski.

    gracias por compartir y por pensar en voz alta.

  2. Pues… ¿quién vas a ser? Gary Cooper, el de siempre, el que lleva aquí desde el principio, desde que esto era un foro de miaruba y empezamos a contar nuestras vidas… mucho antes de que pillara «perdiendo».

    Me sacas los colores. Pero a ti te lo perdono.

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