No sé por
qué
hablo demasiado,
no consigo indagar en la causa
no me callo ni aunque me amordaces.
Siempre es más o menos lo mismo:
quedamos para tomar café
o una cerveza o un ron con cocacola
o un güisqui a lo mejor y
yo empiezo,
sin consideración alguna a las palabras,
sin respeto,
comienzo a descerrajar sin tino
ni tiento y me da igual
lavadoras
que taladros
que borracheras
que novelas
que trabajo
o libros que ando escribiendo siempre.
Llenando el tiempo que se escapa
con celeridad de los momentos que
nos son robados por adelantado
cuando
después
tenemos que irnos cada cual por su lado.
La importancia de lo insignificante.
Lo del número de mi zapato me parece imbécil. 2000.