Llamas a la compañía teléfónica de turno para cambiar el horario de tarifa reducida correspondiente.
«Un segundo, estamos realizando una consulta».
¿Quienes? ¿Yo no estoy hablando con una sola persona? Supongo que con ese trato el objetivo es que el cliente sienta que tiene detrás a toda la compañía atendiéndole. Supongo. Pero a mí me da miedo. Es como hablar con una gran colmena de cyborgs. «Estamos gestionando su petición, Sr. Gutiérrez». Joder, da incluso grima. Tengo ganas de colgar. Tengo ganas de alejarme del teléfono, de tirarlo a una papelera y alejarme de cosas tan peliagudas. «No se retire, por favor». Vaya, ya me ha jodido, no me puedo ir, me tienen vigilado. «No se retire, estamos atendiendo su petición». Casi puedo escuchar el zmmmmmmmmmm, zmmmmmmmmmmmm, zmmmmmmmmmm, cabezas conectadas en un mismo cerebro único, en una sola conciencia. Miro el teléfono, siete minutos. Les está costando, por supuesto, no son tan adaptables como doscientos cerebros trabajando por separado. Doy gracias a quien sea que me escuche cuando oigo «De acuerdo, Sr. Gutiérrez, hemos realizado su petición, recibirá dos facturas que… «. El resto ni lo oigo. Cuelgo, no quiero saber más. Espero no tener nada que ver con esto nunca más. Voy a fumarme un cigarro y tranquilizarme a la espera de que alguien o algo pegue un petardazo y recuperemos el sentido común.