de un bar, pidiendo algo,
cuando entra aquel al que
llamamos Pedro, y
decimos
“¡coño, Pedro, cuanto tiempo!”
Y él parece alegrarse y nos
invita a un vino. Toma una
servilleta y nos regala con un poema,
como en los viejos tiempos.
Y fuera de aquí todos sabemos
que Pedrito es panadero, que yo soy
comercial y que Luis es administrativo,
pero eso no importa ahora, porque
es mi turno y
voy a cortarles el aliento
con unos fantásticos versos,
porque, aunque se empeñen
todos, nosotros seguimos siendo
aquellos que iban a ser cualquier
cosa menos lo que acabamos
siendo.