se detiene en el autobús
fijo en la ventana,
fuera arrecia la lluvia
fina del otoño y las calles
cambian, se pueblan de grises
y de olor a mojado,
suena algún último éxito en
la pequeña radio que el conductor
tiene a su lado y
el hombre dibuja ahora tonterías
en el vapor condensado del cristal
mientras sus pensamientos están
en otra parte,
lejos de todo este silencio que le
envuelve con su ruido.
Todo se ha dicho en un segundo
y se levanta,
pulsa el timbre,
espera que las puertas se abran y
baja.