Las cosas… hay cosas peor
que muertas, ausentes, que dejan
marcas como cuadros arrancados
de las paredes.
Uno observa su vida y va
intentando olvidar el legado
de lo desplazado, sus bocas
pobladas de dientes.
Dientes que aún muerden desde
sus nuevas realidades en otros
malditos sitios.
Te exilias de mi vida
amándome y yo juro
trastear con otras bocas y
robarles su ropa interior de
preferencias e intentos, sus cosas
vivas que las tornan inevitablemente
ellas mismas.
Juro pisotearte, mancillarte y
violarte con la cuchilla usada de la rabia
sobre la lívida carne del recuerdo.
Juro y me dueles cuando río.
Suena la Gran Vía en la gran
cavidad de mi cabeza. Suenan
los cafés. Suenan y caen cuerpo
abajo hasta detener perfectamente
mis pasos.
¿Cuánto dolor cabe en
un verso? Sólo digo…
Que las cosas ausentes, desplazadas,
dejan sus cercos en las paredes cuando
se marchan. Y desde su oquedad hablan
retumbando sus cuencas vacías.
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Brillantes aristas de cera
esbozando las sendas… me
confundo cuando las observo
tan diversas… me alejo…
el milagro se produce…
la providencia diabólica…
se transmutan…
ahora son una sola…
… ciegos, con orejeras…
… caminos diversos…
… un solo paso…
… una creencia…
trastocar la espera en
actividad…
para una vida más plena…
este valle vuelve a estar
completo de nuevo…
Pensé escribir un poema…