Aguanto cosas que no debo decirte
cuando creo que debes oír. Cuando
pienso es cierto y el charco
siempre ahoga después, cuando
ya es tarde, cuando
tomaste el avión y el
cielo no es aire sino
distancia; fría y cortante,
áspera y lacra inmundicia que
llena de llantos la tarde.
Quién sabe, quizá mañana
vuelva la calma. Quizá
no venda letras a
nuestra tranquilidad, que
disfruta sufragando costes
con un fondo de huida constante.
Quizá no calle y te ladre
y tu llores y te desesperes
y entonces nos amemos en
Cuenca o en Toledo sin fin
ni recónditos lugares que no
visitemos en la gran fiesta
del amor sincero.
Quizá.