Pensé escribir un poema cuando
venía en el autobús. Pensé porque
sentía, o sentí porque quise, enfoqué
o concreté o percibí el orden y
significado en un segundo de lucidez
que ya ni siquiera guardo.
Las rutinas nos engañan de vacío y
nos envejecen en nuestros panteones
de días y noches tan muertos.
¿Y qué? No les mata saberlo, ni
les espanta. Ellas siguen,
indolentes, cuajando los estados
debidos del alma.
Ellas no callan ni hablan, van
delimitando el tiempo, nosotros somos
espectadores, cuerpos de su
cuerpo.