Andábamos medio locos, haciendo un poco de todo y de poco un todo, y a veces haciendo que un poco lo fuera todo y viceversa. Es un poco ininteligible, pero estar vivo anda por ahí, supongo. Medio locos con esta historia, dando vueltas, visitando castillos con coches imposibles que se portan como dioses, a veces, y otras rumiando estilos visuales que consiguieran decir algo. Sobre algo. Vigilando, al menos yo, el apremio de salvarme. De hacer algo. Llevo años perdiendo el tiempo entre unas ideas idiotas y otras. Nunca fueron idiotas. Perdiendo el tiempo y el esfuerzo, por supuesto. El dinero no se pierde, el dinero cambia de manos, pide descartarse, pide mus constantemente. Haciendo fotos. Haciendo canciones. Haciendo cabeceras en flash, css depurados, html discretos, novelas, poemas, relatos breves. Un poco de todo.
Porque hay un fondo que pugna por salir y sale por cualquier parte, como si lo reventases entre las dos manos en vez de mimarlo para que fuera tomando forma poco a poco. Como si fuera posible sacarlo poco a poco. Espero que sea eso lo que anda por ahí: salvarse. Encontrar la salvación.
Muchas veces me he preguntado, ¿la salvación a qué? A los desayunos, respondo, a las tardes viendo la tele en el sofá, a las pautas (naces, mueres, compras un coche, compras una casa, te casas, crías, compras una casa más grande, envejeces y te mueres con la satisfacción del deber cumplido y tus nietos en el regazo). Contra eso va la salvación, pero con eso. Uno quiere cumplir las pautas, porque la mente lo exige (me la suda si es la educación o su padre la que habla), pero sin renunciar a lo otro.
¿Y qué es lo otro? Eso es más difícil de explicar. Lo otro es eso que pugna. Que revienta y sale por todas partes.
Por todas partes no.
Por todas las fisuras, más bien.
(La realidad no puede mantener su simplicidad y se agrieta, y es por esas grietas por donde lo otro quiere salir. Alguien se muere, alguien deja de estar, estás a punto de tener un accidente, o yo qué sé, y ahí está lo otro encontrando fisuras por las que salir a la calle a ver la noche que se expande. La realidad es simple cuando todo va bien, cuando nada se cuestiona. Al primer golpe de efecto, la realidad se resquebraja.
Te encuentras en tu cosa cómoda, con tus útiles cómodos, pensando que todo está bien. Y en un solo gesto, de repente, todo se descoloca, todo se excentra. Hablando sobre Bakunin no es más que la historia de un centro excentrado, de un centro imposible, de un centro que nunca existió pero que se representó a sí mismo como si existiera, la historia de una tortura, una tortura mental pertrechada por mí mismo contra mí mismo, suena a tontuna, pero es la verdad. Yo seguía tomando cañas y echando polvos y fumando sin dejar de reírme todo el rato -no es raro realmente, anticuario es un personaje que desde hace años no existe más que aquí, e incluso según algunos quizá nunca existió-, pero me estaba golpeando con la imposibilidad de la mentira que se construye de forma imparable sobre sí misma porque es mucho más agradable que la verdad).
Esa es la lucha, el mito, el último enemigo, el quid y el nirvana, o el apagón y el renacer, o el qué sé yo que no tengo ni idea. Esa y no otra: evitar ese tipo particular de mentira que se construye de forma imparable sobre sí misma porque es mucho más agradable que la verdad.
No está mal. Meses después de terminar la novela he conseguido entenderla. Espero que sea comprensible, porque ni puedo ni quiero volver ahí para reescribirla. Escapé de esa mentira, y ya es tarde para recrearla, para hacer de ella de nuevo parte de mi casa.