Vino anticuario, preocupado por mis últimos cambios. Trajo media docena de litros de cerveza, como si nada hubiera cambiado, y se sentó en mi cama mientras yo miraba el cd del último trabajo. «Tienes mucho jaleo, ¿eh?». Bastante. «No te va a ser tan fácil librarte de mí». Yo no tengo por qué librarme de ti, hace tiempo que todo es diferente por sí mismo. «Siempre pensé que habría un final, pero no así. No ganando». La victoria es un asunto sobrevalorado, sigo perdiendo, pero ya no lo veo igual. Pierdo el tiempo, pierdo la vida, pierdo las cosas que me dejo en el camino. He perdido a mi madre, seguramente, por llevarle la contraria. Pierdo cientos de cosas. Pero me va bien, de algún retorcido modo. No me gustaría acabar mal contigo, has sido yo durante mucho tiempo.
Me miró como sólo se mira a la vida antes de joderte con un cancer o un accidente aéreo. Me dió un beso en la frente. Tiró un litro sobre uno de mis discos duros, y mientras yo corría a por la bayeta se fue pegando un portazo. Me gustaría decirle lo siento, o que nada es para siempre, o alguna gilipollez de semejante calibre. Él sigue siendo yo, y no lo aceptaría con una sonrisa complaciente, aquiescente. Yo sigo siendo él, y tampoco lo haría.
Me gusta pensar que durante algún tiempo ha ocupado una silla vacía. Siete años. Es demasiado para cualquiera. Las cosas siguen. A su manera. Me dejó una nota pegada a la puerta:
«Es cuestión de tiempo. Nos vemos.»
Adios, colega. Hay cosas de ti que siempre estarán conmigo.
«Cualquier tiemo pasado fue mejor», dijo un tal Jorge Manrique… Lo que nos lleva a entender que cualquier tiempo futuro seá peor… ¡No me jodas, Manrique!. La nostalgia es para aquellos que se pueden permitir ser tristes. Adios Anticuario, a pasarlo pirata y ya nos veremos.