Este fin de semana un colega me dijo que estaba preocupado por un par de entradas de la bitácora, y me doy cuenta de que no he hecho ninguna aclaración sobre el contenido de los últimos meses.
Está web hace algún tiempo que ha dejado de ser un blog-diario, o un relato de mi vida. Ahora sólo es una página de alucinaciones, cosas que me parece interesante escribir… en función del alter-ego que fui alguna vez, anticuario. Incluso cuando aparece algún retazo de algo real aparece deformado por la visión de anticuario. Una visión, por cierto, nada positiva ni optimista de la vida.
Desde que empecé a salir con N. no me apetece hablar de mi vida porque la considero (a N., a la relación y a mi vida) en un nivel diferente de privacidad al anterior. Sin embargo, me sigue gustando escribir por aquí, así que sigo escribiendo, pero el contenido no tiene nada que ver con lo que vivo. Por eso escribo mucho menos, escribir sobre lo que a uno le pasa es mucho más inmediato que dar vueltas sobre una representación inventada.
Supongo que es por pereza y por algo de cariño por lo que no acabo de terminar de una vez con el museo de metralla, aunque en mi vida es cierto que hace mucho que dejó completamente de tener sentido. Y en la web también, porque nació como un relato milimétrico de lo que me iba sucediendo y se ha terminado convirtiendo en un cajón de sastre en el que nunca sé muy bien qué meter. Hace mucho tiempo que lo sé, pero la bitácora funciona desde el 2003 y me da pena acabar con ella, o dejárla como un museo sin actualizar. Pero la verdad es que los comentarios como el de santi este fin de semana, o el de oscar hace poco, o el de yon en una de las recientes entradas, cada vez me hacen pensar más que ha llegado el momento de cambiar definitivamente de tercio.