Hay una cosa que nadie está dispuesto a soportar, por encima de cualquier sufrimiento, y es la insignificancia. Tenemos la secreta y pública aspiración de que nuestros actos signifiquen, que no caigan en el olvido. Cuando uno es dejado no le duele, por mucho que diga, el abandono, sino el olvido. Si nuestro amor era tan importante por qué dejó de ser para ti en un segundo, se pregunta el que no dejó. Kundera lo llamó, siempre rimbombante, «la insoportable levedad del ser», y con toda la razón del mundo. Estamos inmersos en un tamiz de significados que no perduran, y somos conscientes. Uno, antes de morir, desea hacer algo que resista el embate del tiempo. Estoy tan borracho que no puedo escribir dos palabras sin corregir una, pero me ratifico: lo que no aguantamos no es la muerte, sino la insignificancia. Eso compone la naturaleza de las cosas que en sociedad nos rodean. Hoy vi a Ángela y reflexioné sobre las cuestiones del abandono y el olvido, pensando en que ella siempre pensó en mí y viceversa: se perdió el contacto, pero no entró en juego el olvido, nos recordamos. Así podemos estar un buen tiempo sin dolor, sin sentirnos miseria. Porque lo que uno hace lo hace con la aspiración de que sea duradero.
Luego discutí, con razón, con N. Nos miramos en la esquina y yo ya me iba cuando me llamó. Hizo un gesto, fue suficiente. No tenemos ninguna gana de dejar de vernos. Había un motivo, aunque jamás es suficiente. Siempre necesario, nunca suficiente, de momento. El olvido es el estadio final, pero dentro del tiempo hay un montón de cosas por las que actuar. Y se actua. La antesala del olvido es la muerte, pero hay muchas instancias intermedias. En todas ellas quiero estar con N.
No sé por qué.
Pero es algo que siento dentro. Y qué no entiendo, pero existe. Y ello convive con el significado suficiente. Después Cisneros, y Nano, después de cuatro años, de nuevo con Cris. Pensé: «es más fácil volver a estar con quien sabe cómo cagas y cómo meas». Pensé que es la desrelatividad del significado, la reificación del significado: nunca nos olvidamos: somos más fuertes que la vida: nos seguimos amando. No pude olvidarte. Es precioso. Seguí viviendo, pero no pude olvidarte, de tal modo que hoy vuelvo contigo.
Eso, bien dosificado, vale una vida entera.
Estarán lo que estén, bien podría ser la vida entera, pero tienen una frase que entra en contradicción directa con la insoportable levedad del ser: no pude ser sin ti. Es una de las cosas más bonitas que puede uno vivir.