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demasiado tarde, demasiado pronto

Me la encontré demasiado tarde, cuando ya casi no podía ni ver, borracho como una cuba. Me la encontré doblando una esquina. Fue tan simple como girar y verla. «Hombre, cómo estás». Bien, razonablemente bien. No te puedo decir que estupendamente, pero bien. «Hace mucho tiempo». Casi demasiado, te hubiera dicho hace no muchos años. «Te veo bien». No, me ves borracho. Enfermo, inlúcido, desternillado, esquinado. Me ves irónico, casual, desatado. «Pues no lo parece». Llevo años disimulando.

Borracho como un espejo irónico de mí mismo, intentando llegar a casa sin forzar, sin entrar a gatas, después de una noche inmensa de domingo por la noche. Me gustaría darte un beso. Creo que me gustaría. Pero me limito a mirarte, en este estado cruel e incruento de estar fuera de mí mismo. Me gustaría decirte que te eché de menos, pero no puedo. Aquello fue una noche en la suma general de las noches que hubo. Me gustaría invitarte a casa, pero sé que me arrepentiría terriblemente mañana. Entonces me gustaría seguir andando, como si nada hubiera pasado. Me gustaría que no estuvieras mirando. «Oye, te invito a una cerveza». Buscamos un sitio en un maremagnum de bares cerrando. Te digo que estoy borracho. «A mí me gustaría estarlo». Pues ponte a ello.

Pensé que vivías en Valencia. «Me vine aquí para entrar en la escuela de arte dramático». Mala opción, lo que está lejos es siempre lo mejor. «Qué tonto eres». Y me miras como si jamás hubiera pasado nada, como si no hubiera prescindido de ti en un sólo segundo para eliminarte de mi vida. «Vivo en un piso compartido, currando mientras tanto». Me gustaría darte un beso. «No estaría mal, pero sin hablar, eres un pesado, hablando convences, hablando te haces sitio, pero aburres». Siempre he hablado demasiado. Te doy un beso apoyado en una esquina para no perder el equilibrio. «No has olvidado la técnica». Nunca supe la técnica, simplemente me dejé llevar. «Funciona muy bien, funcionas muy bien, entremos ahí». No tengo un pavo. «No importa».

Dos horas después me voy a casa a por la guitarra. He estado montando en bici, así que tengo buenos pulmones. Me encanta reír, es algo que no puedo evitar nunca. Me encanta cantar, es algo que sale, algo que está. Compartimos escenario con un par de borrachos sin dientes en la mandíbula inferior, que nos ríen y te tocan con las ganas del que no encuentra y la desidia del que se ha resignado a no encontrar. Te tocan sin creérselo del todo. Me pregunto por qué conservo los dientes, me pregunto por qué gente como tu sigue acudiendo a mis labios. No tengo respuesta, no tengo boca y debo gritar. Me gustaría saber por qué me besas cuando yo ya lo he dado todo por perdido, por qué me ves ganando cuando yo todo lo he dado por perdido. Me pregunto qué ganas conmigo aquí, a tu lado.

Toco canciones para los borrachos. El bar no tiene pinta de cerrar, pero por si acaso me acerco a la barra en un segundo para preguntar. El tipo me dice que le gusta lo que canto, cómo canto. Le doy las gracias y le pido una cerveza, me dice que a ésta estoy invitado. Menuda suerte, si no me invita el tipo de detrás de la barra me invitará la tipa de la barra. Me paso la vida agradeciendo algo. Me paso la vida sin saber muy bien por qué estoy, pero rodeado de tipos que saben muy bien por qué estoy. Quizá este tío se aburra, y le guste tener un guitarrista en el anfiteatro donde habitualmente sólo hay borrachos. No lo sé.

Hacemos el amor en el baño, rodeados del tiempo que se va y no regresa. Tropiezo con tus pantalones, y enrollo tus bragas en mi muñeca. Eres preciosa cuando ríes, pero existes cuando gimes. Es como si hicieras el amor con mis canciones, porque te estás follando mis canciones. Yo soy una rebaba que existe junto a mis canciones. Después salimos, yo sin comprender muy bien qué ha pasado y tu sonriendo. En un momento dado estoy más borracho de lo que puedo soportar, y me voy. Me detienes en la puerta. Tengo que irme, estoy jodido. «Estás bien jodido, pero no me dejes aquí». No te preocupes. lo que ha hecho que volvamos a vernos volverá a hacer que nos veamos. «Mi piso está lejos». No tanto, no puedo, de verdad, me tengo que ir. «Hasta mañana entonces». Hasta mañana.

Y la luz de las cosas que no suceden me va alumbrando mientras me largo.

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